César Pérez/Hoy, Matutino Dominicano
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Periodistas de bajos, medianos y altos puestos en diversos medios advierten la presión que desde las altas esferas del poder se ejercen contra ellos. Algunos, como el vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, denuncian la censura y la autocensura en la práctica del periodismo en nuestro país, y dirigentes políticos, analistas independientes, dirigentes comunitarios y de organizaciones de la sociedad civil se expresan en sentido parecido.
Muchos decimos que poco a poco se ha ido construyendo en el país una suerte de pensamiento único que evidencia que, en esencia, en esta sociedad el estado de derecho es prácticamente inexistente, también que el excesivo control de la información y la manipulación de la conciencia ciudadana a través de una sistemática y abusiva propaganda política de todas las dependencias gubernamentales han ido creando una suerte de “sentido común” sobre la “necesidad” de que siga el “progreso”.
El progreso del atraso. En los más diversos sectores se dice, de manera casi unánime, que nunca en la historia de este país se había hecho un uso tan cuantioso y dispendioso de los recursos del Estado para favorecer un grupo político que mediante el recurso de la reelección tiene un proyecto de poder a largo tiempo y que jamás se había visto un gobierno tan decidido a desmontar el Estado. Se generalizan las violaciones a la Constitución, a la Ley Electoral, el chantaje a la Suprema Corte para que el buen discurrir de la inastitución económica del país, como son los subsidios a mafias políticas y gremiales, la incursión en la actividad inmobiliaria construyendo apartamentos de lujo para favorecer a funcionarios del partido/Estado y a profesionales ligados a poder o para cooptarlos, etc.
Estos, entre otros actos de corrupción y de abuso de poder, constituyen signos de que estamos ante un proceso de entronización de un poder de clara vocación integrista que para detenerlo se requiere de la unidad de una significativa diversidad de sectores políticos, sociales y económicos directamente amenazados por esa circunstancia. No puede subestimarse la extrema acumulación de poder de vocación integrista del grupo que se ha ido conformado alrededor del presente gobierno, el cual ha amasado una significativa acumulación originaria de capital a través del Estado, que limita el accionar de todo aquel situado fuera de su círculo. Es una fuerza política que no puede ser detenida ni mucho menos vencida en un escenario electoral con la sola fuerza de un partido, de un abanico de organizaciones de izquierda o del conjunto de sectores organizados o no de la sociedad civil. Por lo tanto, si se quiere detener un proceso que apunta hacia el fin de la política, es necesario insistir en una política articuladora, unitaria y sin esa mala costumbre nuestra de pensar el mundo de manera maniquea: “puros” contra “impuros”, “buenos” contra “malos”. No existe ningún grupo de “malos” que no tenga sus “buenos” y viceversa. En todos los partidos políticos, en todas las organizaciones e instituciones de esta sociedad, en todos los gremios sindicales o empresariales hay personas y no pocas, que desean cambiar el presente estado de cosas.
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