Listín Diario, Matutino Dominicano
Julio Maríñez Rosario
Corrupto es aquel que se beneficia en sus propósitos particulares, por encima de la ley. Corruptor es quien fomenta las actitudes y actividades por medio de las cuales las personas quebrantan el orden jurídico. Cuando las prerrogativas se ejercen con impunidad, cual emperador romano, al corruptor y a sus cortesanos que lo endiosan, poco les importa quebrar las bases del sistema democrático o socavar los resortes morales de la sociedad.
Un corrupto es detestado por la comunidad ya que su actuación busca obtener provecho personal o para un tercero, violentando normas y preceptos de general aceptación. Si el corrupto es censurado, el corruptor es abominado, ya que su accionar no viola sino que daña las bases de la sociedad misma, busca crear un ambiente sórdido y podrido, en el cual todo se comercie y todo tenga un precio, donde no existan valores esenciales como el respeto y protección de la cosa pública y el fortalecimiento del bien común.
El corruptor atenta contra la institucionalidad democrática, buscando liquidar los pilares del sistema que son los partidos políticos, atacando sus fundamentos doctrinarios, promoviendo un pragmatismo grosero cuyo única tabla de valoración de la conducta personal sea la apropiación de dinero y la detentación de privilegios en una administración pública fácil pasto de la actividad ilícita. Pretende maniatar a la justicia mediante el expediente presupuestario, limitando la función de contraloría y menguando la capacidad del contencioso. Intenta controlar los medios de comunicación social reduciendo los espacios en los cuales los opositores puedan dar voces de alarma.
Quien actúa como emperador romano piensa que el ejercicio del poder no se termina nunca. Los cortesanos, una especie de augustales, quienes se encargaban de aplaudir a Nerón con ensordecedora convicción, lo divinizan, lo hacen sentir como un dios reencarnado. Decía John Dahlberg, consejero del primer ministro del Reino Unido Gladstone, que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De allí que tenemos la oportunidad, mediante el ejercicio del derecho del voto, de evitar que los males sean peores. En nuestras manos está la decisión. No perdamos la ocasión de darle un respiro vital a la democracia y coloquemos en su justo sitio a quienes intentan corroer nuestra libertad que tanto nos ha costado y que es nuestro deber defender. O como nos decía una compañera: Defendamos la libertad democrática con nuestro voto, para que mañana no lo tengamos que hacer con nuestra sangre.
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