domingo, noviembre 20, 2011

La mujer dominicana


 Por Fernando A. De León

     Nueva York.-Es altamente preocupante que al momento de escribir este artículo, en República Dominicana, en lo que va del año, ya se cuenten al menos, cerca de doscientas mujeres asesinadas  en fatalidades relacionadas con la violencia de género y, por si fuera poco, lo mismo sucede con el 80 por ciento de las dominicanas residentes en la isla de Puerto Rico.
 
     Pero si esto perturba, mucho más inquieta el saber que la mujer dominicana no sólo ha sido abusada hasta la muerte en su país, sino que también en el exterior se de cuenta de tan horrenda situación. Además resulta sintomático y frustrante el hecho de que nuestras mujeres también son abusadas por parejas que no precisamente son dominicanas y que, al menos, en esta región, sea la criolla, nuestra conciudadana, nuestra mujer, la que presente el más crítico índice de abuso de género.

    Los ministerios competentes del Estado y todas las fuerzas pensantes de la República Dominicana, deben iniciar una fuerte jornada educativa de orientación a la mujer quisqueyana y profundizar los estudios, que determinen cuáles son las causas que motiva a los esposos, compañeros o consortes de la mujer dominicana, a cometer esos abusos.

   Creemos que una de las fallas en ese sentido es que, cuando un hombre abusa de la que es su pareja, si se ventila el caso como se debe, se aisla al victimario, pero obviando que es parte de un todo en la problemática intrafamiliar y, no se coloca sobre el tapete el porqué de estos abusos. ¿Qué ha incrementado la violencia de género en perjuicio de la mujer dominicana?

   Lo cierto es que en los últimos tiempos-y no somos misoginos-, la mujer dominicana ha observado una conducta que algunos califican de “marianista”: esta extraña acepción que paradójicamente es un derivado de María y debiera entrañar pureza, se refiere a la fémina que abusa de su pareja, aunque por razones obvias, estos casos son los menos.

   Hemos observado como la mujer dominicana, al menos, en Nueva York, ha descendido moralmente hasta el extremo de que, algunas indocumentadas  en trámites de regularizar su status migratorio, suelen golpearse a sí mismas y calumniar ante las autoridades a su pareja acusándoles de violencia de género con el único fin de apelar a una nueva ley que ante estos casos, les agiliza su tarjeta de residentes.

  Hemos sido testigos además de cómo algunos amigos que han observado conductas ejemplares, han sido echados a las calles por su pareja  que les han acusado de abusadores domésticos, contando siempre con el apoyo de la policía neoyorquina.

  Nuestra mujer (y cuando lo señalamos así no nos referimos a todas, sino que identificamos a la dominicana), no ha asimilado sanamente la sobreprotección que le brinda este país, cometiendo todo tipo de tropelías contra su pareja.

   Hay infinidades de abusos de género por estos lares, y no siempre la víctima es la mujer; también en menor medida, los hombres.  Y, suponemos que aunque hay más protección en Estados Unidos, en República Dominicana también la primera abusa de los segundos.  No hay derecho a ultimar a la mujer cual que sea la causa de disgusto; pero lo cierto es que los casos de  “marianismo” y machismo, es más complejo de lo que creemos. Realmente se nos presentan dos abusadores, pero algunos quieren capitalizar simpatía victimizando únicamente a la mujer, sin buscar  reales soluciones.

   Entendemos  firmemente que ello se circunscribe en nuestros profundos males socioeconómico, políticos y hasta religioso; esto último si contamos que nuestra devoción en este sentido tiene como mentor y orientación fervorosa en La Biblia, congestionadas de pasaje con el más enfermizo machismo, es decir, que el maltrato y exclusión de muestras mujeres, también irónicamente, es tarea de un libro Santo.

    De otro lado, nuestra mujer  ha sido objeto de maltrato políticamente y en nuestro país, fue en el 1942, cuando tuvo el derecho al voto, por conveniencia del régimen encabezado por el dictador Rafael Leonidas Trujillo.  Hoy, aunque la mujer dizque ha avanzado, acosada por una cultura de la miseria, sólo es tomada en cuenta para ser beneficiada como pordiosera, con dádivas que les prodigan los partidos tradicionales, como medida clientelista, aunque también es colocada en papeles cimeros, cuando les es conveniente a grupos enquistados en el poder político. Por cierto, hay casos muy recientes.  

    El autor es periodista, directivo del CDP, en Nueva York.