jueves, abril 17, 2008
La más difícil reforma
Por qué si en otros países puede haber menos corrupción, mayor independencia del poder político de los Fiscales, más neutralidad de los organismos reguladores y fiscalizadores, por qué no hemos podido lograrlo nosotros
Por Marisol Vicens Bello / El Caribe
Los dominicanos tenemos la tendencia a buscar una respuesta legal a todo problema. La solución a importantes males como la corrupción, la debilidad institucional, la falta de calidad en la educación, o de probidad de los funcionarios, entre otros, generalmente es enfocada desde el punto de vista legal, como si el voto de una nueva ley o la inclusión de un mandato constitucional pudiera constituir una panacea en un país con una rampante cultura de ilegalidad como el nuestro.
Así como desde hace tiempo nuestras autoridades descubrieron que la mejor manera de posponer la solución de un problema es el nombramiento de una comisión, también han descubierto que votar una ley puede ser un rico instrumento mediático que genere adhesiones, que luego puede ser manejado a conveniencia para cumplir cuando se pueda y cómo se pueda sin que nada ocurra.
Esto quizás constituya parte de la explicación del porqué el enorme catálogo de reformas efectuadas en los últimos años ha tenido un pobre cumplimiento, salvo cuando benefician al poder político.
Hemos reformado por cumplir lineamientos de organismos internacionales, por complacer sectores o por exhibir una supuesta modernidad, pero ha faltado que estas reformas reflejen una real concertación y voluntad política respecto de su contenido.
Por eso de nada ha valido para el establecimiento de la carrera administrativa que la creáramos mediante la Ley 14-91, y probablemente poco cambiará la situación con la nueva ley de Función Pública y la conversión en Secretaría de la ONAP, y tampoco ha asegurado la inversión o financiamiento de sectores considerados prioritarios como educación, justicia, ayuntamientos, el establecimiento de porcentajes obligatorios en distintas leyes; ni ha servido para transparentar el financiamiento de los partidos políticos la contribución estatal para los mismos, ni para asegurar la independencia y apoliticidad del Ministerio Público que se les dotara de un estatuto o para garantizar la neutralidad de organismos reguladores, que la ley consagrara su autonomía presupuestaria.
Cabe preguntarse entonces en qué hemos fallado.
Por qué si en otros países puede haber menos corrupción, mayor independencia del poder político de los Fiscales, más neutralidad de los organismos reguladores y fiscalizadores con menos leyes o reformas constitucionales, por qué no hemos podido lograrlo nosotros.
Una posible respuesta es que no hemos podido realizar la más importante de las reformas, que es la de las personas que tienen que cumplir con los distintos roles.
Si el cumplimiento con la ley y la moral, el correcto manejo de los conflictos de intereses, el respeto a la palabra empeñada no constituyen parte de la formación de los individuos, de poco valdrá que juren respetar la Constitución y las leyes al aceptar sus mandatos.
Para lograr que cada actor cumpla su rol en el teatro de la política dominicana, no se requieren más reformas legislativas o constitucionales, lo que hace falta es individuos con mayor respeto a la ley y temor a la sanción, así como con más seriedad, vocación de servicio y capacidad de decir no a quien sea, cuando la ley o la moral así lo impongan sin importar el costo, así sea el de perder el cargo.
Por eso pensamos que reformar a la gente es clave.
Marisol Vicens Bello es abogada
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