sábado, abril 12, 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Las llamadas políticas sociales del gobierno son en realidad programas de caridad pública que profundizan y perpetúan la indigencia y la marginalidad existentes.

Nuestros logros en el campo de la seguridad social y la democracia económica están muy a la zaga de las conquistas alcanzadas en materia de desarrollo político y respeto a las libertades individuales.

Una democracia funcional requiere de cierto equilibrio de esos elementos esenciales.

Por eso, para muchos sectores de población, nuestro sistema político es insustancial y no le representa nada.

El ensanchamiento de la brecha, ya grande, entre pequeños grupos detentadores del poder económico y grandes masas de población carentes de toda posibilidad, a pesar del crecimiento alcanzado en años recientes, gravita penosamente sobre la suerte del sistema democrático.

La desaparición de la pobreza debe ser un fin en sí mismo en la sociedad moderna.

Su rostro entre nosotros es verdaderamente denigrante.

La pobreza fomenta más pobreza y en la medida en que se dilaten las soluciones y se cierren las puertas de una más justa distribución del ingreso, más difícil y costoso se hará combatirla con perspectiva real de éxito.

Las últimas reformas aprobadas tienden a acentuar el grave problema de la concentración de recursos, profundizando de este modo la pobreza existente y empobreciendo al mismo tiempo a la clase media.

La realidad es que las acciones del gobierno no guardan relación con las verdaderas prioridades nacionales.

Se habla de mejorar la educación como la clave del desarrollo, pero el sistema escolar se cae a pedazos.

Se resalta la importancia de la salud, pero el sector no sale de crisis con los médicos y enfermeras en protesta permanente por las malas condiciones laborables. Cada gobierno nos trae sus propias prioridades, casi siempre ajenas a las necesidades reales del país.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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