martes, abril 15, 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe
Para oficializar la dolarización que de hecho existe, se ha señalado que necesitaríamos para comenzar reservas del orden superior a las cuatro mil quinientos millones de dólares.
Algunos han visto la dolarización como improbable bajo argumentos de índole sentimental, relacionados con los vínculos del peso con una pretendida y falsa independencia económica nacional.
La pérdida del valor de nuestro signo monetario es irreversible.
Es obvio que su depreciación es superior a su valor intrínseco. Pero sueñan, y pudieran despertar en medio de una pesadilla, los que piensan que podría recuperar el valor que una vez tuvo. A la caída de la tiranía, el peso podía canjearse en el territorio nacional e incluso dentro de los Estados Unidos por un dólar.
Ahorrar en moneda nacional tenía tanto sentido como hacerlo en la divisa estadounidense. Pero los abusos presupuestarios de los gobiernos en los últimos cuarenta años lo han despojado de todo valor real. Su revalorización no alcanzará jamás el aprecio que en el pasado generaba.

Son muchas las razones para que así sea, la primera de ellas la tendencia irrefrenable de los gobiernos a aumentar desenfrenadamente el gasto público y a inflar la masa monetaria de acuerdo con sus necesidades políticas, algo que jamás podrían hacer si adoptamos el dólar como moneda de libre circulación e instrumento de pago para todas las obligaciones públicas y privadas.
No han sido los ciudadanos que convirtieron sus pesos en dólares los que asestaron el golpe mortal al signo monetario nacional.
Han sido los responsables de las políticas económicas y monetarias quienes han decretado su suerte, mediante la peor de las muertes imaginables: lenta y gradual pero segura, lo que ha hecho que muchos de sus fieles deseen evitarle mayores sufrimientos con una defunción rápida. La dolarización acabaría con las famosas “nominillas”.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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