La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

La tasa del dólar a un nivel dentro del rango mantenido en los últimos años se entiende como uno de los logros del gobierno. Pero dado sus efectos en sectores tan dinámicos como el turismo, la zona franca y otros de exportación, cobra fuerza la idea de un deslizamiento de la prima que evite la quiebra de muchas industrias.

Algunos economistas plantean la dolarización de la economía como una salida al problema.
Hubo época en que la moneda nacional era un símbolo de soberanía de los países que la emitían. Pero vivimos otros tiempos. Ninguna nación de la Unión Europea ha renunciado a su soberanía ni a su auto-determinación por haberse allí adoptado una moneda única.

La prosperidad que les ha traído la unificación de sus economías y monedas, los ha hecho más libres y felices. La unión ha ahuyentado el fantasma de una nueva guerra en el continente, librándolos de una destrucción similar a las que ya sufrieron con motivo de las dos grandes guerras del siglo pasado.

En nuestro país se cita todavía la creación del peso dominicano como una medida de liberación económica. Ello es enteramente falso.

En algún momento la iniciativa pudo ayudar a elevar el orgullo nacional y agigantar el mito de la Era de Trujillo, entonces en pleno apogeo y gloria.

Pero la creación de la moneda y con ella el Banco Central, fue el instrumento que le faltaba al tirano para completar su dominio absoluto de la economía.

El peso que Trujillo defendió como su propia vida, es hoy el símbolo de nuestros pesares económicos.

Aunque la dolarización no parece factible por el momento, no debe por eso descartarse.

La no viabilidad de este modelo, que ya adoptaron otras economías en problemas, no proviene de los defectos del modelo, sino de la incapacidad dominicana para asumirla con éxito bajo las condiciones que atravesamos.

De hecho, nuestra economía está dolarizada. Todos los precios se fijan en dólares.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do