miércoles, abril 16, 2008

Sin temor ni favor

Por Luis H. Arthur S. / El Caribe

Oficio ingrato

Cuando aun trabajaba, mi profesión me daba además de dinero con qué vivir, una gran satisfacción pues podía comprobar mis obras que perduraba por muchos años, sin inconvenientes, y sólo se modificaban ante nuevos requerimientos por el progreso de la industria o del negocio, o de la vivienda.

Cuando cansado después de 46 años trabajando por paga y muchos junto a mi padre aprendiendo su oficio, en la escuela técnica y en la universidad, decidí que sería bueno compartir mis experiencias, mis conocimientos y mis puntos de vistas como articulista, primero en mis “site” y “blog” y luego también en Clave Digital y desde hace cerca de año y medio en El Caribe, nunca pensé que ésta sería una experiencia tan ingrata y desmotivante.

Tenía en el recuerdo lo que un día dijo José Israel por TV, que en tiempos de Trujillo y de Balaguer, el hablar implicaba cárcel o muerte, mientras que en estos tiempos se puede decir lo que uno quiera, pues nadie oye o escucha, sin embargo hice caso omiso, pensando que en nuestro pueblo hay aun personas pensantes, que analizan y desean lo mejor para su país, que a la postre es lo mejor para su familia y para ellos mismos.

Son minorías. Vivimos en tiempo de comida rápida, matrimonios de cortísima duración, de deslealtades, de intereses sin principios, de dinero sin historia, de amigos de conveniencia, de hijos que duermen y visitan casas que no conocemos, de tiempos de políticos mentirosos, ladrones, abusadores, sin honor ni vergüenza, pero con dinero y signos externos de riqueza con que suplen su pobreza interior. Que se venden y se arrastran.

Nadie, y yo menos puede pretender cambiar el mundo, pero me resisto a ir con la corriente, en la comparsa que hoy nos arrastran a peores realidades, junto a personas que lucen van como ganado al matadero, que aunque oyendo mentiras que son el presagio de su próximo futuro, son incapaces de meditar y recordar la historia recién pasada.

Muchos me felicitan por mis artículos, otros sin tomarse ninguna molestia, me catalogan de perredeístas, peledeísta o reformista y hasta trujillista, según de quien escriba.
Luce que en esta ingrata misión sólo doy palos a ciega, como mis nietos cuando golpean la piñata, con la diferencia que de ella caen sólo dulces.

luis@arthur.net

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