J. C. Malone
NUEVA YORK.– Sospecho que existe una relación directa entre el poder político y los impulsos sexuales incontenibles. Quien tiene más poder parece tener una sexualidad poderosa. Siempre fue así. El rey David tenía varias esposas e incontables concubinas cuando embarazó a Betsabé e hizo matar a su esposo Urías. Cleopatra era una abeja reina, fornicaba con quien le viniera en gana y luego lo desechaba.
Thomas Jefferson, apóstol liberal estadounidense, con 42 años violó a Sally Hemings, una niña de 14 años; esclava de “su propiedad”. Tuvieron descendencia pero él murió sin darle la libertad a ella ni a sus hijos.
La historia intrapiernosa más documentada de la Casa Blanca, podría parecer puro chisme. “Quiero tenerte entre mis brazos... o te puedo besar, por favor, dale un beso de buenas noches a tu foto a nombre mío... recuerdo tus ojos con esa sensación de reafirmación y la forma como se siente ese punto suave, justamente en la esquina nordeste de tu boca contra mis labios”.
Son cartas de la primera dama Eleanor Roosevelth a su amante lesbiana Lorena Hickok, a quien mudó frente a su habitación dentro de la Casa Blanca. El celoso presidente demandó no ver a Lorena jamás; Eleanor, obediente a su marido, la mudó a otra habitación donde él no la viera, dentro de la mansión.
El presidente Kennedy anduvo con Marilyn Monroe y compartió una amante, Judith Exner Campbell, con Momo Giancana, jefe de la mafia en Chicago. Kennedy “despachaba” con sus secretarias en jacuzzi presidencial, como sufría intensos dolores de espaldas, quedábase sentado, ellas hacían todo el trabajo.
Durante el gobierno de Bush padre denunciaron que algunos funcionarios disfrutaban “giras de medianoche” con mozalbetes prostitutos de 15 y 16 años en la Casa Blanca. Estas cosas son viejas y comunes entre liberales, conservadores, católicos y protestantes.
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