La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Maritza es una peluquera que se gana el sustento familiar visitando a los clientes en sus hogares. Ahora está pasando las de Caín.

Debido al aumento de los precios de los combustibles, decidió dejar su pequeño automóvil en la casa para hacer sus recorridos laborales en taxis y carros del concho.

Al bajar de un vehículo, un desalmado le arrebató la semana pasada su bolso, dejándola sin sus instrumentos de trabajo. Cada faena es esencial en la vida de esta joven madre de clase media baja.

Desde el asalto de que fue víctima no ha podido llevar a su hogar los recursos con que se come al día siguiente y se paga la energía y otras obligaciones diarias.

En una calle del ensanche Esperilla, ese mismo día fue asaltado por hombres armados un colmado ubicado al lado de un colegio y situado en un punto intermedio entre un edificio fuertemente custodiado por militares y otra edificación que alberga oficinas de la compañía estatal de electricidad, donde siempre hay militares de custodia.

El asalto duró más de media hora, sin que los delincuentes mostraran preocupación alguna.

Con una parsimonia escalofriante se llevaron todo el dinero de la caja y colocaron en su vehículo todas las bebidas y alimentos de valor que había en el negocio.

En esa misma calle, el domingo, una camioneta roja se detuvo en el parqueo abierto de un edificio situado al lado de un inmueble vigilado por militares.

Un hombre se apeó y abrió el panel de electricidad llevándose varias piezas que dejaron sin electricidad por más de un día a los inquilinos del residencial.

Hechos de esta naturaleza ocurren todos los días a todas horas y en cualquier sitio de la ciudad y en el resto del país.

Nadie se escapa a esta ola de criminalidad. La prensa ha publicado hechos similares que afectan a turistas extranjeros, en centros muy exclusivos.

En un spot de campaña, el Presidente nos recuerda que este es el país más seguro.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do