El Nacional. Vespertino Dominicano
POR RADHAMÉS GÓMEZ PEPÍN
La carestía de la vida, pero sobre todo el hambre, se afirma que impulsó a miles de haitianos a intentar la ocupación del Palacio Nacional, en Puerto Príncipe.
Lo que iban a conseguir como consecuencia del saqueo de ese Palacio les duraría poco tiempo, pero en forma alguna el problema quedaba resuelto.
Además de que los muertos iban a multiplicarse quién sabe por cuanto, porque los encargados de reprimir el asalto son soldados extranjeros, a los que poco o nada les importa el destino del país que ocupan.
El caso es que escapan a la memoria los tiempos en que los haitianos disfrutaban más o menos de bonanza económica y hay que imaginarse cuál es su situación actual para llevarlos a intentar lo que pretendían hacer.
Por desdicha los países promotores del padecimiento de Haití no dan siquiera la más mínima notación de que realmente están en disposición de aportar recursos para resolver lo que ellos causaron.
De manera que, si las cosas no cambian, es fácil llegar a la conclusión de que la violencia haitiana ya no resiste un respiro y va a continuar quién sabe hasta qué punto y por cuánto tiempo.
El empeoramiento se aceleró a partir del golpe de Estado contra el Gobierno constitucional de Jean Bertrand Aristide, y que nadie venga ahora con pendejadas, porque es así. Ahí estuvieron las manos de Estados Unidos, con la colaboración de Francia.
Pero no es mi propósito tratar los pro y los contra de ese golpe de Estado, sino unirme a quienes advierten día y noche que la experiencia de Haití tiene que ser asimilada por otros países dentro y fuera del continente.
Una forma de hacerlo es mirar hacia el futuro y no dejar que los acontecimientos nos sorprendan desprevenidos.
Por ejemplo, ahora mismo se sabe que la crisis económica que afecta a Estados Unidos se reflejará fuera de sus fronteras. Entonces lo aconsejable es estar preparados para darle el frente como debe ser.
Para que se tenga una idea aproximada de lo que viene por ahí sólo hay que repetir que la crisis estadounidense afectará a países desarrollados y esto da una idea de cuanto sucederá -o podría suceder- en los denominados del Tercer Mundo.
En esas naciones desarrolladas hay mecanismos apropiados para enfrentar todas y cada una de las situaciones difíciles que se les presenten, no importa su magnitud.
Los tercermundistas tenemos otra forma de reclamar, porque civilizadamente son pocas las veces en que nos han prestado atención y siempre al costo de habernos destrozado la garganta reclamando.
Lo de Haití es el más reciente ejemplo, y puede repetirse en otras partes, cercanas o lejanas.
Y a quien le sirva el traje, que se lo ponga.
rgomez@elnacional.com.do
jueves, abril 10, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario