En 1990, en 1994 y en 1996, Juan Bosch vaticinó que el país lloraría “lágrimas de sangre” si no votaba por los candidatos del Partido de la Liberación.
¿Qué vaticinaría ahora?
En 1986, a sólo doce años de haber fundado a ese nuevo partido, el sectarismo con que lo fundó y que ha sido el estilo político de la organización afirmó que la derrota del Partido Revolucionario era su victoria.
Joaquín Balaguer logró el poder en esa ocasión a su manera fraudulenta y antidemocrática de siempre.
Más adelante, el mismo sectarismo afirmaría que el país estaba dividido entre “peledeístas y corruptos”.
El 27 marzo del año pasado, cuando lanzó su precandidatura dentro del PLD, el presidente Fernández dijo lo siguiente:
“Por formación y temperamento no tengo vocación mesiánica ni tampoco actitud de caudillo, pero hace dos años dos colosos de la política dominicana, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, me hicieron una encomienda y me pasaron una antorcha para guiar los destinos de la República Dominicana. Hoy mantengo en alto esa antorcha que sirve para proteger el sueño de los dominicanos. Estoy conciente de que también llegará ese momento en que yo tenga que pasar esa antorcha a quien Dios haya escogido como mi sucesor, pero todavía ese momento histórico no ha llegado”.
Esa afirmación de quien se convertiría días después en presidente y candidato reeleccionista antecedió y fue preámbulo de otras muchas en que tocaría la cuerda laudatoria del caudillo y déspota ilustrado y en que se proclamaría “heredero del balaguerismo histórico”.
Frente a la advertencia que emitió en 1990 y que repitió en 1994 y 1996, y con relación a lo demás, ¿qué hubiera dicho hoy Juan Bosch?
¿Por sectarismo, sólo por sectarismo, habría aprobado el discurso y las declaraciones del presidente y candidato, donde sólo “por no dejar” y en segundo plano, abstracto, lo reconoce como maestro?
¿Cómo ser discípulo de un hombre que sólo pudo mantenerse siete meses en el poder al rechazar por principios y de plano las concesiones y la corrupción que le proponían la política de Estados Unidos y la de la subsidiaria clase dominante dominicana?
A pesar de haber sostenido una discusión pública para enfatizar que “saber gobernar es mantenerse en el poder”, Bosch no se despojó de ideales y de dignidad y de honor para conservar el mando después del 25 de setiembre de 1963.
¿Y cómo, en el caso del presidente y candidato Fernández, ser y proclamarse discípulo del hombre que obtuvo el poder en 1966 en andas de los norteamericanos y que con esa bendición y la de la clase y grupos gobernantes dominicanos lo mantuvo en 1970, 1974, lo consiguió de nuevo en 1986 y logró continuar en 1990 y por dos años en 1994?
¿Cómo serlo, ante la realidad de esos “resultados” y aunque la “victoria” de Balaguer en 1990 se perpetró a costillas de Bosch y del PLD?
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