miércoles, marzo 19, 2008

La columna de Miguel Guerrero


Por Miguel Guerrero / El Caribe

Existen enormes diferencias entre el PLD de Bosch y el de hoy. Las ideas del primero sobre el gobierno quedaron atrás. Aquel hombre detestaba el culto de la personalidad y lo creía dañino. Ahora se le cultiva. Bosch nunca usó en el territorio nacional la banda presidencial.

Sólo se la ciñó una vez y en contra de su voluntad durante su viaje a México, a comienzos de septiembre de 1963, días antes de su derrocamiento. Fue durante la celebración del aniversario del Grito de Dolores, efemérides nacional mejicana.

El programa de ese día indicaba que Bosch debía aparecer con su anfitrión el presidente Adolfo López Mateos, en uno de los balcones del palacio en la plaza del Zócalo. Bosch se negó en principio a ponerse la banda, que por lo demás no tenía, pero se vio obligado a ceder cuando se le exigió usarla conforme lo disponía el protocolo.

Fue necesario mandarle a confeccionar una que nadie ha podido decir después donde ha ido a parar.

Bosch, que no daba su brazo a torcer, desairó a sus anfitriones al rechazar en cambio la condecoración del Aguila Azteca con la que sería honrado.

Creía que a los dominicanos de aquella época no les agradaba que sus líderes aceptaran este tipo de homenaje porque recordaban a Trujillo, que era un ególatra y fanático perverso de las condecoraciones y los homenajes que sus áulicos inventaban bajo cualquier pretexto.

Bosch fue hasta el último día de su vida intransigente en este tipo de cosas y sus seguidores, primero en el PRD y luego en el PLD, se vieron constantemente sometidos a sus temperamentales arranques cuando se daban situaciones incómodas que él no estaba dispuesto a aceptar.

Aunque los dirigentes de su partido invocan con frecuencia su nombre para justificar acciones y posturas políticas, muy pocos se le igualan en la práctica. No es seguro que Bosch quisiera ser hoy peledeísta. De hecho una vez amenazó con irse.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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