Raúl Pérez Peña (Bacho) /Listín Diario, Matutino Dominicano
La partidocracia instalada y añejada por tres siglas políticas en República Dominicana tiene características que ya quisieran disfrutar en otros países partidos de las mismas redes internacionales.
Aunque determinados actores del sistema político admiten un desgaste crónico, se escucha de cuando en vez que tenemos una democracia vigorosa, mientras los más apretados osan decir que vivimos una revolución democrática. Sin embargo, desde las graderías se oyen voces de alerta ante un firmamento social ominoso sometido a tan fuertes presiones que corre el riesgo de estallar.
En La Vega , el obispo Antonio Camilo, libre de sospechas de ser un agitador, se ha pronunciado haciendo oportunas precisiones sobre el reinante panorama de pesadumbres. Otros apuntan en la misma dirección aunque convencidos de que habrá oídos sordos para sus palabras, citando las alturas del Palacio entre las esferas que debieran ser receptivas. Sometido el tema en una peña de observadores no complacientes, alguien advirtió que no se pueden abrigar ilusiones y que debemos aterrizar aquí, donde vivimos “una corrupcracia que opera en banda ancha y larga cola de impunidad”.
Citaba el contertulio las declaraciones de los jesuitas del Centro Juan Montalvo considerando nada halagüeñas las expectativas que despierta el horizonte político. De inmediato asumió la misma declaración de la reputada entidad que pone el punto sobre la i respecto al pobre papel que juega la sociedad civil, que merece llamarse “sociedad servil”.
Otro asiduo a la tertulia dijo que si se duda sobre la banda ancha bastaría contar los mayúsculos escándalos publicados por la prensa, los asombrosos ingresos, sólo por la derecha, de funcionarios y legisladores, así como la política “cárcel cero” para los corruptos aplicada por los gobiernos de las últimas décadas y particularmente en la presente gestión, ya distinguida por sus maravillas, no por los maras, sino por las villas.
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