jueves, marzo 20, 2008

Al día


POR JUAN JOSÉ AYUSO
2.- Las elecciones de 1994 fueron ganadas por el Partido Revolucionario y José Francisco Peña Gómez pero Joaquín Balaguer, menos que nunca, estaba en disposición de entregar el poder.

Y no lo entregó.

Manipuló, se llevó de encuentro las gestiones del embajador norteamericano Robert Pastorino y, con la ayuda del empresariado, la iglesia católica y Juan Bosch y el Partido de la Liberación, armó un “muñeco” de nombre “Pacto por la democracia” que le garantizaría dos años más de poder.

El candidato Peña Gómez, estragado por el quebranto que en cuatro años se lo llevaría del mundo de los vivos, no se animó a pelear donde debía por su triunfo y, sin siquiera leer el mamotreto de acuerdo, lo firmó en palacio.

Su gente logró “colar” en el documento una reforma constitucional para prohibir la reelección y establecer un período “constitucional” de dos años, 1994-1996.

Dos años después, Bosch estaba ya en aguas profundas del quebranto que le robaba la razón pero juntó momentos de lucidez para imponer a Leonel Fernández como candidato. Y no le permitió hacer ni una diligencia de campaña.

El mismo la hizo, como si se tratara de la suya y de manera personal y de espaldas a estatutos y organismos, mediante reuniones, llamados telefónicos, “amarres” y secreteos con sus más obedientes seguidores en la organización.

En el congreso elector en el que eliminó a dos o tres figuras de cierto nombre en el PLD, Bosch impuso a Fernández con un 96 porciento del total de electores, detalle insólito en una campaña democrática de un partido democrático donde, cuando se gana con una fuerza abrumadora, se habla cuando más de un 40 o 45 por ciento.

Pero aunque ya había sido candidato a la vicepresidencia con Bosch, el candidato del PLD se mantenía como un desconocido en cualesquiera de las actividades públicas de la vida dominicana, incluída la de la Universidad Autónoma.

Balaguer, acorralado por el mandato constitucional que prohibía la reelección, aceptó a regañadientes la candidatura que ganó Jacinto Peynado pero, ya “con su plan tirado”, ordenó a su gente que votara por Fernández y el PLD en la primera vuelta de las elecciones de 1996.

Este candidato llegó a 37 por ciento y Peynado se quedó con 13, pero se sabía que ambos grupos eran en mayoría de votantes balagueristas y reformistas.

Para la segunda vuelta que se imponía, Balaguer volvió a maniobrar y contra el 46 porciento de techo al que había llegado el otra vez candidato Peña Gómez, sumó el 13 porciento de Peynado. Y perdió el candidato perredeísta y ganaron Balaguer, el PLD, Fernández y, si se enteró, Bosch.

Días después de tomar posesión en 1996, Fernández y el grupo de acólitos que de manera automática se creó en su entorno, empezaron a hablar de reelección. Pero la Constitución la prohibía. Como quien toma un purgante, Fernández aceptó la postulación de su secretario de la Presidencia Danilo Medina como candidato presidencial y en el 2000, el PLD perdió dos a uno.

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