El Nacional, Vespertino Dominicano
POR JUAN JOSÉ AYUSO
De Joaquín Balaguer, conferencia en el Ateneo dictada el 19 de setiembre de 1952, “El principio de la alternabilidad en la historia dominicana”:
“El principio de la alternabilidad, a pesar del derroche de literatura vertido por el legislador dominicano en las constituciones, solo ha tenido, pues, vigencia, para los presidentes que no supieron vestirse en el solio la toga de la virilidad, como Ignacio María González y Francisco Gregorio Billini, o para aquellos presidentes que aunque surgidos del cantón y de la montonera, carecieron de suficiente olfato político para ejercer por largo tiempo el dominio de sus conciudadanos.”
El déspota ilustrado no fue nunca coyuntural ni espisódico. Esa era su creencia y esa era su doctrina, que en el momento utilizaba para explicar y justificar a la tiranía de Rafael Trujillo pero que sirvió de sostén a su colaboración de treinta años con ese régimen y al neotrujillismo que encabezó en el país entre 1966 y 1978 y 1986 1996, convertido en foco de influencia de corrupción hasta más allá de su muerte en 2002.
Quienes se proclaman hoy herederos y vicarios del “balaguerismo histórico” saben muy bien lo que dicen cuando lo dicen. Como el presidente y candidato Leonel Fernández, de cuyo discurso del 27 de marzo del año pasado viene este párrafo:
“Por formación y temperamento no tengo vocación mesiánica ni tampoco actitud de caudillo, pero hace dos años dos colosos de la política dominicana, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, me hicieron una encomienda y me pasaron una antorcha para guiar los destinos de la República Dominicana. Hoy mantengo en alto esa antorcha que sirve para proteger el sueño de los dominicanos. Estoy conciente de que también llegará ese momento en que yo tenga que pasar esa antorcha a quien Dios haya escogido como mi sucesor, pero todavía ese momento histórico no ha llegado”.
El párrafo de la conferencia de Balaguer lo presenta como trujillista doctrinario y lo anuncia como neotrujillista, suma, ambas, del desprecio por los postulados y presidentes democráticos que pudo tener el país hasta ese entonces.
El párrafo del presidente y candidato Fernández acoge el planteamiento doctrinario de Balaguer y lo proclama como su norte y guía. Y se siente protegido por “la toga de la virilidad” y por “el olfato político para ejercer por largo tiempo el dominio de sus conciudadanos”.
A juzgar por lo que Fernández piensa y dice, y no debe juzgarse a persona alguna por otro tipo de apreciación que pudiera ser prejuiciosa, su oferta al país no es la de una opción democrática sino la de un gobierno interminable al que sólo “Dios”, cuando converse con aquél, pondrá fin con la designación de un sucesor.
El neotrujillista Balaguer no dijo recibir nunca ese mandato de “Dios”, o quienes a su lado cobraban para conceder entrevistas no dejaron pasar al “Señor”, por lo que debió morir con el sueño de que regresaba al poder para continuar.
Y con el autoproclamado sucesor ocurrirá lo mismo.
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