lunes, marzo 17, 2008

Pulsaciones

El Nacional, Vespertino Dominicano

POR RADHAMÉS GÓMEZ PEPÍN
Durante horas he estado pensando la manera de comenzar a escribir esta columna en una forma que llame la atención del lector, pero todo ha sido inútil. Y lo están comprobando.

El asunto es que no encuentro cómo expresar la más profunda de las indignaciones, el hecho de sentirme un inútil ante algo que no pude, no puedo ni podré impedir.

Se trata del atraco del que fueron víctimas Emilio MacKinney y su esposa Lourdes, cuyos autores también los agredieron físicamente aunque no creo que el botín fuera ni siquiera medianamente cuantioso.

A MacKinney lo conozco desde que hace un montón de años llegó al periódico El Caribe, luego de laborar en La Nación, con fama de ser un excelente titulista. Y lo demostró.

Hicimos una amistad muy sincera al extremo de que atendí su sugerencia cuando buscaba un nombre para esta columna, allá en el 1962.

Sucedió que el director de El Caribe, doctor Germán E. Ornes, me pidió que escribiera una columna varias veces a la semana y acepté la propuesta con sumo placer, aunque no quise sacarle provecho pecuniario.

Conversé con mis compañeros de Redacción sobre mi conversación con Ornes y cuando pedí un nombre para la columna, cada quien propuso uno. Me agradó el que sugirió MacKinney: Pulsaciones.

Para quienes no lo conocen, MacKinney es una persona de baja estatura y pocas libras que se hizo abogado mientras ejercía el periodismo, aunque prefirió seguir como periodista.

Era quizás la persona más consultada por sus compañeros sobre cualquier tema, porque también tenía una amplia y variada cultura.

Hace largo tiempo que no sabía de él hasta que el sábado leí en El Caribe lo del asalto del que había sido víctima junto a su esposa.

Claro que no sólo él, sino cualquier otro dominicano o residente en República Dominicana está expuesto a que lo atraquen durante el día o la noche.

Pero resulta, señores, que Emilio MacKinney tiene 94 años de edad, repito, 94, y por eso un abuso en su contra multiplica la indignación, porque tampoco en su vida ha sido inclinado a la violencia en ninguna de sus manifestaciones.

Además me atrevo a asegurar que no llevaba consigo nada que pudiera llamar la atención al más canalla de los hijos de puta que lo agredieron, a no ser su debilidad física.

Me imagino lo mal que anímicamente se sentirá MacKinney cuando se ve incapacitado para responder adecuadamente una agresión que no se merecía ahora, ni nunca.

Pero MacKinney, esa es nuestra República Dominicana de hoy en día. No es la que han soñado sus mejores hijos, sino el producto de lo que han hecho sus peores.

Pero estamos vivos, MacKinney, y con esa fortaleza de espíritu que has exhibido durante tus honrosos 94 años, sé que cuando vuelva a verte me dirás:

Pa'lante, compañero.

rgomez@elnacional.cxom.do

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