POR LEANDRO GUZMÁN
Hicieron muy bien los dos principales partidos de la oposición en aclarar rápidamente los rumores puestos a circular la semana pasada, en el sentido de que tanto el PRD como el PRSC se preparaban para acordar una abstención electoral.
Esa aclaración disipa cualquier duda respecto a la posibilidad de un boicot a las elecciones, en protesta por las denuncias sobre el uso de fondos públicos y otros mecanismos de Poder a favor de la reelección presidencial.
Los partidos están en el deber de no contribuir a minar la confianza de los ciudadanos en los procesos electorales, aún cuando tengan que afrontar muchas dificultades que los colocan en desventaja frente al candidato oficialista. Esto ha ocurrido en anteriores ocasiones. Hay una que es antológica, y es la que se refiere a todos los inconvenientes que tuvo la oposición antes de 1978, cuando se le acosaba terriblemente desde los predios miliares y policiales, además de que se empleaban los fondos estatales para financiar una masiva propaganda para tratar de imponer la reelección del entonces presidente Balaguer.
Sin embargo, pese a tan difíciles circunstancias, la oposición ganó abrumadoramente, para poner fin a un Gobierno que durante doce años empleó una política terrorista contra los adversarios, a quienes de paso convirtió en víctimas con las trampas electorales.
Es lamentable que pocos recuerden que tras la muerte a tiros del tirano en 1961, en el país surgió un Consejo de Estado que tenía todos los mecanismos para mantenerse en el Poder, y no lo hizo, porque sabía que en la Junta Central Electoral (JCE) había un hombre de valor que se llamó Ángel Liz, a quien nadie se hubiera atrevido a señalar como parcializado a favor de “los cívicos”, que era como se denominaban aquellos cuyo candidato era el doctor Viriato Fiallo. El licenciado Liz pudo muy bien haber tratado de favorecer a Fiallo, antitrujillista a rajatabla como él. Los dos combatieron a Trujillo, estuvieron presos en numerosas ocasiones y nunca se inscribieron en el Partido Dominicano.
Hoy día, cuando uno escucha tantas denuncias de corrupción, especialmente en el sector público, vinculándola a favorecer al candidato oficialista, no puede menos que añorar aquella Junta Central Electoral que en 1962 celebró las elecciones más libres y limpias de la historia dominicana.
Es por tales denuncias que consideramos que los partidos no deben abandonar al pueblo en estos momentos, sino que su deber es mantenerse firmes no solamente para mantener su reclamo de que haya transparencia, sino para tratar de lograr un cambio de situación .
Es mucha la sangre que se ha derramado en nuestro país para que la democracia exista y se consolide, de manera que dejar el campo abierto a quienes utilizan métodos antidemocráticos sería equivalente a traicionar la memoria de tantos héroes y mártires caídos.
Su lucha fue precisamente contra el abuso de poder y sus lacras colaterales, por impulsar una participación del pueblo en la toma de decisiones, sin que se apele a “acuerdos de aposento”, fundamentados en el dinero corruptor.
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