Quienes estamos en el palco del teatro político no siempre entendemos las estrategias partidarias porque no manejamos todas las variables que conocen los partidos; y además porque somos personas comunes.
Por Manuel Quiterio Cedeno / El Caribe
Me declaro miembro del partido de los ignorantes. Simplemente, no entiendo la estrategia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), organización que a pesar de la muy buena ventaja que le otorgan casi todas las encuestas, trabaja eficientemente para desacreditar el proceso electoral y restar legitimidad al próximo período de Gobierno, que inauguraría el presidente Fernández en agosto próximo.
Quienes estamos en el palco del teatro político no siempre entendemos las estrategias partidarias, porque no manejamos todas las variables que conocen los partidos; y además, porque somos personas comunes, inclinados a ver la realidad de manera diferente a como la entienden los políticos.
Veamos dos casos:
PRIMERO. La inclusión de los dirigentes de base del PLD en nóminas estatales durante el período preelectoral, denunciada por la destacada periodista Nuria Piera; de lo cual ofreció un dramático testimonio el señor Yermenos Forastieri, reconocido hombre del partido oficial, que narró su participación en una reunión en la que se trató sobre estos pagos.
Esta estrategia se ha convertido en la gota que derramó la copa, como confirmación a las insistentes denuncias sobre el uso abusivo de los recursos públicos en la campaña.
Provocó que la Junta Central Electoral confirme que el pecado existe y –en una decisión sin precedentes- ordene el cese de los pagos, una condena moral inesperada con todo lo que implica para la salud de las elecciones.
SEGUNDO: La inexplicable insistencia de Franklin Almeyda en proclamar que el PLD sabe por quién votarán los ciudadanos el 16 de mayo.
¿A qué obedece esta proclama hecha por segunda vez? ¿Por qué reiterar algo que ya provocó montones de críticas?
¿Puede alguien realmente conocer la decisión tomada por un votante en la soledad de la urna? ¿Debe un partido insistir en que puede violar alegremente la garantía constitucional del secreto del voto?
Puede que el interés sea ganar espacio en los medios de comunicación, o mostrar una imagen moderna de la política (distorsionada, porque reduce lo moderno al uso de computadoras); pero lo cierto es que en un medio como el nuestro, con gobiernos todopoderosos, esta afirmación intimida.
Soy ignorante, insisto. No entiendo para qué desacreditar un proceso que, según las encuestas, a 49 días de la justa ya esta ganado.
Manuel Quiterio Cedeño es periodistamquiterio@cicomnews.com
jueves, marzo 27, 2008
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