lunes, marzo 31, 2008

19 de marzo del 1844 y el de hoy (2)



Muestran una inexistente esclavitud y explotación de niños, xenofobia y la “prohibición” de entrada en sitios públicos de diversión por el color, cuando en esta tierra de Duarte todos tenemos “un negro detrás de la oreja”

Por
César Nicolás Penson / El Caribe


A 164 años de la histórica batalla de Azua, que tuvo lugar apenas a días del nacimiento de nuestra república, hacen vida en territorio dominicano decenas de veces más exiliados económicos y sociales de la vecina Haití que los 30,000 soldados que liderados por Herard pretendían prolongar la dominación que por 22 años mantuvieron sobre la parte oriental de la isla.

El creciente número de emigrantes desde el país más insalubre y atrasado de América aportan mano de obra a la vez que desplazan obreros, artesanos, buhoneros, vendedores ambulantes y chiriperos dominicanos, mientras, crean interrogantes acerca del aporte a la economía de la zona de trabajo porque son austeros para poder remesar el máximo.

No existen registros de su aporte fiscal directo y su demanda de servicios del Estado dominicano.

Son una importante contribución al analfabetismo, a la marginalidad, a la informalidad y clandestinidad, al desorden habitacional y urbano y gravitan sobre la salud pública nacional.

Las estadísticas muestran la creciente y preocupante ocupación de camas en los hospitales públicos, influyen en muchos aspectos, aportan culturalmente con sus mitos, creencias y costumbres y constituyen ya un “ejército” conviviendo con los criollos.

En algún momento se enfrentarán a impulsos dominicanos contrarios a la indiferencia y permisividad, que hoy caracteriza a la sociedad en ese tema, energías que resultarán poco manejables por la presión externa.

El sonado caso de Solián Pié (Sonia Pierre) es una muestra de ronchas sociales sin solución y en estado latente, el apoyo de influyentes grupos americanos a la dirigente haitiana para nacionalizar sus conciudadanos.

Las denuncias de esclavitud moderna, “discriminación” y maltratos afectan al país con campañas manejadas por intereses ajenos a la dominicanidad, en sociedad con nacionales de marcada confusión de roles y de ubicación.

Baste solo recordar a los sacerdotes Cristian Hartley y Pedro Ruquoy, que han dedicado todas sus energías a dañar la imagen del país que les dio albergue.

Muestran una inexistente esclavitud y explotación de niños, xenofobia y la “prohibición” de entrada a sitios públicos de diversión por el color, cuando en esta tierra de Duarte, todos tenemos “un negro detrás de la oreja”.

El perverso documental sobre supuestos campos de esclavitud de ingenios azucareros del Grupo Viccini evidencia hasta donde están dispuestos a llegar los que han desatado esta campaña.

El reciente documento condenatorio de los dos delegados de la ONU, quienes llegaron al país con su informe terminado, patentizan la magnitud de las intenciones.
César Nicolás Penson Paulús es empresario

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