lunes, marzo 10, 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero/El Caribe
Ningún gobierno, escribió Benjamín Disraelí, puede mantenerse sólido mucho tiempo sin una oposición temible. Cuando recreo ese famoso dicho del genial político conservador inglés del siglo XIX, me parece sorprendente la dificultad que muestran muchos dominicanos, incluyendo periodistas e intelectuales, para aceptar la importancia de la disidencia y los escritos y posturas críticas de la conducta gubernamental.

No transcurre un día sin que las manifestaciones de disidencia que tanto enriquecen el ambiente democrático sufran los látigos de la intolerancia, siempre implacable y al acecho de cualquier asomo de expresión libre e independiente.

¿Qué de malo o pecaminoso tiene oponerse a un gobierno, dentro de los límites que la libertad y la democracia permiten?
¿Por qué los ciudadanos debemos tener obediencia ciega y aceptar como válidos todo cuanto se nos diga, si se sabe de antemano y por tradición que las verdades oficiales están siempre preñadas de engaños y encubrimientos?
El aspecto más doloroso del ambiente actual no deriva de la oposición al gobierno, sino curiosamente de la ausencia de una crítica constante e incisiva.
Si de algo adolecemos como sociedad es el temor a formular preguntas, fenómeno este que no sólo afecta el fortalecimiento de las instituciones políticas, sino también el crecimiento de nuestro sistema educativo, ya que desincentiva la indagación, es decir, la búsqueda personal de la verdad por los estudiantes.

Los verdaderos aliados de un gobierno son sus críticos. Son los que ponen ante sus ojos y oídos las realidades que los informes y las adulaciones oficiales les ocultan.
Parafraseando a Einstein, hay personas entre nosotros que han recibido un cerebro por error; la médula espinal les sería suficiente.
Por eso les resulta tan fácil ganarse los favores oficiales y asumir con devoción los papeles que se les asignan.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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