Sonó la campana de otro escándalo del Equipo Maravillas que conduce el país desde distintos ministerios y el Palacio Nacional, mientras la prensa se hace eco de casos anteriores que siguen sus latidos integrando una larga lista.
Está en la opinión pública la investigación de Nuria Piera sobre el pago de una astronómica millonada de pesos del erario que baja mensualmente a los “compañeritos de la base” del PLD.
La gente no sale del asombro que le provoca la mega nómina CB, cuya esencia evoca destapes anteriores que se tragó la impunidad, como el famoso PEME, aunque no evitarán que la historia los registre en los archivos de la inmoralidad.
El cúmulo de denuncias sobre prácticas de corrupción echa por tierra todo lo que se habla en el intento fallido de adornar lo que llaman democracia en este país.
Se han roto las cifras precedentes en el uso de los recursos del Estado para la compra vulgar de tránsfugas pagados en efectivo, especie y nombramientos.
La publicidad reeleccionista escala montos financieros inimaginables procedentes de las costillas del Estado, con una amplificación mediática saturante, activada con la intención del avasallamiento, haciendo añicos la proclamada libertad de conciencia ciudadana.
Otras estampas de la conducta morada violentando la ética, las leyes y la propia Constitución de la República atizan la reelección, cuya cúpula promotora exhibe una absoluta carencia de escrúpulos en la ejecución de sus proyectos.
Si el fenómeno mara estremece poblaciones en Centroamérica, en nuestro país asume peculiares características con el sello de la politiquería.
Aquí la identificación y la escalada de estatus se logra con las villas a todo confort esparcidas por montañas, valles y polos turísticos, al punto que varios ministros del Equipo Maravillas ya tienen un posicionamiento internacional. No por méritos morales o intelectuales, sino porque sus villas y nombres figuran en el exclusivo círculo de las casas de los famosos.
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