jueves, marzo 27, 2008

Al día

El Nacional, Vespertino Dominicano

POR JUAN JOSÉ AYUSO


“…Si me tocara caer…”, escribió Eberto Geordano Lalane José a su esposa Quisqueya, en carta que le sería entregada después. “…Si me tocara caer”. Y cayó junto a seis de los ocho guerrilleros que comandaba Francisco Alberto Caamaño, asesinado también.

En un ejercicio de humildad, Hamlet Herman cumple, con la biografía de más joven de todos, una de las misiones finales de su papel como guerrillero, sobreviviente desde 1973 junto a Claudio Caamaño Grullón de la repatriación por Caracoles el 2 de febrero.

Y presenta a la memoria del pueblo a uno de sus héroes desconocidos, asesinado en lucha por la democracia cuando apenas había cumplido 27 años de edad, segundo al mando del Coronel de Abril, corta vida de larga semilla que florece no sólo en su hija Sumaya Elisa.

En 1963, un accidente de labor política clandestina le cuesta a Eberto Giordano –Eugenio, para la guerrilla-, la mano y parte del brazo izquierdos y cuatro partes de sus dedos de la mano derecha. A los 17 años que contaba, este muchacho del Movimiento Revolucionario 14 de Junio decidió regenerar y multiplicar sus brazos, sus manos, sus dedos y su voluntad.

Ni “mocho”, como él mismo se llamaba, ni inválido ni minusválido, se propuso ser más de un hombre y lo consiguió. Si no, imagínese la tarea de Hércules que representa operar un fusil sin la mano izquierda y con sólo el pulgar completo de la derecha.

Pero Eberto Giordano aprendió a hacerlo con destreza y se convirtió en uno de los más certeros tiradores de la guerrilla del coronel Caamaño, admirado y querido por todos sus compañeros y, de entrada, respetado por capacidades personales que para la época eran escasas en los jóvenes revolucionarios de clase media.

A lo largo de “El fiero, Eberto Giordano Lalane José”, que acaba de publicar, Hermann logra un esfuerzo de objetividad y serenidad aunque en más de una ocasión se le inunden las palabras y los conceptos con un golpe de aprecio y dolor que sobrepasa racionalidades y capacidades profesionales.

El autor es un sobreviviente no sólo de Caracoles sino de la revolución constitucionalista y guerra patria de Abril y, si se quiere más larga la historia, de cuanto ha significado lucha y sacrificio del 30 de Mayo de 1961 a estos días que corren.

¿Para qué sobrevivir y para qué haber sobrevivido? A Herman no debe preguntársele porque él lo ha respondido con las palabras de sus libros de testimonio e investigación, como este último, un himno cálido de solidaridad frente al valor y al heroísmo de su compañero Eugenio.

Habrá perdido junto a otros centenares de compañeros muchas de las batallas pero la decisión de la guerra está pendiente. Todavía.

“…Si me tocara caer…”, escribió Eugenio a su esposa, y cayó. “…Si me tocara caer…”. Otro, quizá, se hubiera sorprendido. Él no.

(Editora Búho, 354 páginas, febrero 2008.)

No hay comentarios.: