La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

A pesar de su conocido dominio escénico, su facilidad de palabra y la capacidad que ha exhibido para actuar en la esfera internacional, el presidente Fernández ha sido siempre renuente a reunirse con la prensa y sus escasas conferencias con los medios en ocho años de administración han sido rigurosamente planificadas bajo estrictas restricciones.

Tal vez con unas pocas excepciones, para las cuales sobrarían dedos de una mano, sus entrevistas con los medios han sido verdaderas concesiones a personas por lo regular recipientes de favores oficiales o muy comprometidas con el gobierno.

Por esa razón, sus entrevistas resultan muy aburridas e insustanciales, en que se eluden los temas de conflicto bajo debate público.

La experiencia de esta relación presidencial con la prensa explica la renuencia del mandatario a acudir a un debate, poco acostumbrado como está a enfrentar preguntas difíciles.

Lo cierto es que en encuentro serio con la prensa, el presidente se vería obligado a responder sobre asuntos que le resultarían muy incómodos, como son el uso de recursos públicos en su campaña electoral y el escandaloso contrato con la Sun Land y destino de los 130 millones por concepto de la venta de sus 19 famosos pagarés, de los cuales ya el gobierno ha honrado 15, según informes no desmentidos de bancos y agencias de inversión extranjeros.

Está por igual el desaguado de la presa de Tavera, con su secuela de muerte y destrucción.

Y ahora que se debate el origen patrimonial de los candidatos, alguien tendría que preguntarle sobre el suyo y de dónde provienen los recursos de su fundación, algo tan celosamente guardado como la otra cara de la luna.

Estas y otras limitaciones presidenciales sugieren las razones por las cuales el presidente y su entorno rehúyen un debate tan importante, porque sería una vergüenza que estos temas fueran excluidos de un debate.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
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