Por Fernando A. De León CDP-NY
El sugestivo y curioso título de este artículo, simplemente responde al robo del numen que nos había inspirado a realizar uno con el mismo encabezado exhibido por el singular periodista, Vianco Martínez, en un trabajo titulado ("Las chancletas de Radhamés"), publicado relativamente hace pocos días.Efectivamente, el colega, poseedor de una pluma un tanto inusual en estos días de invaloraciones, se nos adelantó, alzándose con tal enunciado.
Recientemente revisando varios medios digititalizados descubrimos que el amigo periodista había apelado a ese titular en un artículo en donde daba cuenta de las célebres chancletas (supongo que la cambiará periodicamente por aquello de la “pecueca” como dicen los colombianos al “sicote” dominicano), del flamante director del vespertino El Nacional, Radhamés Gómez Pepín.
En su artículo, el colega que, por cierto, hace mucho que no veo, se refería a las virtudes y estoicidad como periodista de Gómez Pepín, y de paso, se refería a sus chancletas (las de Radhamés), accesorio que lo distingue y de uso informal, si se quiere, entre buena parte de los dominicanos.Y queremos agregar algo más sobre Gómez Pepín a pesar de no haber formado parte de las ovejas de su pastoreo periodístico. Entendemos que hombres de la talla de ese santiaguero de pluma sobria y cotidianidad, virtualmente existencialista, deben repetirse en el intrincado mundillo periodístico, hoy acogotado por plumas mercenarias e impundonorosas.
En sus 52 años de ejercicio periodístico, este recio personaje, independientemente de sus simpatías partidarias, si las tiene o las tuvo; que no nos interesan, se ha mantenido incólume e inmarcesible a lo largo de toda una vida de acrisolado ejercicio profesional. Y aunque los periodistas están al margen de las declaraciones juradas sobre sus bienes, se podría decir que Gómez Pepín, aún con una sonada credibilidad profesional, ha vivido humildemente, y lo poco que tiene se lo ha ganado con el afán de sus chinelas, es decir, chancleteando de aquí para allá y de allá para acá, olfateando como un verdadero zahorí, cuáles son las noticias más trascendentes y las reacciones pertinentes.
Sólo hemos estado cerca de él, cuando en algunas ocasiones visitamos la sala de redacción de El Nacional, localizada en la avenida San Martín, en Santo Domingo.
Pero, al margen de estas aisladas circunstancias, lo conocí por las anécdotas que sobre él, solía hacer su hijo, Radhamés Gómez Sánchez, (Chiqui) cuando laborábamos como reportero en la redacción del otrora canal Rahintel.Su hijo,(Chiqui), como le llamamos quienes le conocemos en el trajinar periodístico, narró alguna vez, si mal no recuerdo, que su padre solía decir que en República Dominicana cualquier guardia se enganchaba a periodista.
Esto quizás dicho en sentido figurado, parece tener veracidad en estos días.Aunque sabemos que como dicen algunos Gómez Pepín es un "cascarrabias" más en nuestro agitado mundo, tal parece que por su verticalidad lleva el timbre del estoicismo familiar que le legó su abuela, la valiente y recia educadora santiaguera, Ercilia Pepín.
Entendemos que en la sala de redacciones de los diversos medios informativos de República Dominicana, deben repetirse los chancleteos de hombres de la talla de Gómez Pepín y que deben sumarse los colegas que, como Vianco Martínez, rinden honores con su pluma a los escasos y monumentales periodistas que como ese roble del periodismo dominicano, son ejemplos vivientes y palpables de que todo no está perdido y marchitado por prostituidas plumas que se venden al mejor postor.
domingo, marzo 02, 2008
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