sábado, marzo 29, 2008

Sólo hasta luego



Goyito es uno de esos seres humanos inmensos que nunca mueren aunque desaparezcan físicamente, que su existencia traspasa las fronteras abstractas


Por Leo Hernández / El Caribe

A su paso por la vida -no importa el espacio de tiempo en que se agote- los seres humanos dejan su impronta acorde con su conducta o modo de ser y actuar.

Así, hay quienes en vida, y hasta después de la muerte, permanecen sepultados en el olvido por la carencia de méritos, mientras otros, aún tras su desaparición física viven permanentemente en la heredad del recuerdo y la acción de los demás.

Gregorio García Castro (Goyito), periodista hasta los tuétanos (¡y de los buenos de verdad!), un día como ayer, 28 de marzo, hace 35 años que fue asesinado a balazos en una acción intolerante quizás ordenada por algún(os) mequetrefe(s) de mentalidad estrecha.

Es probable que el enanismo en la visión de quienes fraguaron cegar esa vida útil les hiciera creer y proyectar que matando a Goyito podrían establecer una especie de terrorismo mediático proclive a la censura y al miedo. La realidad evidencia cuán equivocados estuvieron en su apreciación proyectista.

Goyito es de esos seres humanos inmensos que nunca mueren aunque desaparezcan físicamente, que su existencia traspasa las fronteras abstractas del tiempo y su recuerdo permanentemente estará no sólo en quienes inspiró y atrajo para este oficio, como el autor de estas líneas.

El pasado año escribí para esta misma fecha –y lo reitero ahora- que si el periodismo dominicano tiene un verdadero mártir, ese es Goyito, que cayó asesinado por la intolerancia de entonces, pero sobre todo, por el ejercicio de este oficio, a veces ingrato, pero que era su vida.

Talvez la politiquería o la mediocridad de aquella época, posada incluso en algunos colegas, impida a muchos reconocer aún hoy los méritos de Goyito, especialmente su humildad y capacidad periodística.

El 35 aniversario de su cobarde y vil asesinato nos llega con otro momento de luto: la ida a destiempo hace un par de días de Manuel Paniagua (El Pani), compañero y amigo cuya partida inesperada nos priva de alguien con quien compartimos alegrías, tristezas, esperanzas y confidencias.

Y también, a escasos días de un nuevo aniversario de la muerte de mi padre, Vidal Hernández Guillén, de quien –entre otras cosas- creo haber heredado la capacidad de trabajar para no mendigar.

A ellos: Goyito, El Pani y mi padre, me resisto a despedirles. Y consciente de que la ruta es la misma para todos, su recuerdo viene siempre a mí en compañía de un… …sólo hasta luego.

Leo Hernández es periodista y consultor de comunicación.
leonhern@hotmail.com

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