De acuerdo a los expertos, hemos entrado en el surgimiento de una nueva era, la cual transformará nuevamente a la humanidad. esta nueva etapa de la civilización se caracterizará por un conocimiento cada vez más refinado
Por Carlos Despradel / El Caribe
En su último libro, Alvin Toffler analiza con brillantez cómo el género humano ha ido evolucionando a través de los siglos, pasando primero por miles de años de vida nómada, donde no existía la necesidad de asentamiento, ni el concepto de ciudad y mucho menos de nación.
Esta primera era terminó cuando el hombre se dio cuenta que podía sacar provecho a la tierra, dando así inicio a la civilización agrícola, donde el ser humano por primera vez utilizó la tierra como fuente de riqueza, lo cual conllevó a que en lugar de vivir como nómadas, nuestros antepasados se pudieran establecer en comunidades que fueron consolidándose y expandiéndose hasta crear los grandes centros urbanos.
Esta nueva era, que duró miles de años, fue a su vez transformándose a partir del siglo XVIII con la llegada de la revolución industrial, durante la cual el hombre inventó poderosas máquinas que sustituyeron la fuerza física y más tarde pasó a fabricar maquinarias que sirvieron para construir otras máquinas más avanzadas y así se fue haciendo cada vez menos dependiente de la mano de obra.
De acuerdo a los expertos, hemos entrado en el surgimiento de una nueva era, la cual transformará nuevamente a la humanidad.
Esta nueva etapa de la civilización se caracterizará por un conocimiento cada vez más refinado, el cual es posible gracias al desarrollo del ordenador y la informática.
Así como el arado sustituyó la cacería y posteriormente las máquinas al arado, en lo adelante, el conocimiento será el factor determinante del desarrollo.
Estas transformaciones en el ámbito mundial son las que posiblemente han llevado a muchos colegas economistas a considerar que nuestro país ha entrado en una nueva etapa: la economía de servicios, y que consecuentemente no es necesario seguir desarrollando ni la agricultura ni la industria.
Lo que quizás no han pensado es que para poder competir en una economía de servicios se requerirá cada vez de mayores y más sofisticados conocimientos.
En conclusión, si no pudimos competir exitosamente en una era industrial, mucho más difícil nos será competir en conocimientos, pues en materia educativa nuestro país, lamentablemente, se encuentra en lo más bajo de la escala mundial.
Esta triste realidad nos obliga a reflexionar y a tomar conciencia de que si realmente queremos entrar en una competencia mundial basada en los servicios y el conocimiento, tenemos que transformar radicalmente nuestra sociedad.
Carlos Despradell es economista
lunes, marzo 24, 2008
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