POR JUAN JOSÉ AYUSO
Está en marcha el proceso de condicionamiento que el presidente y candidato Fernández ha logrado crear en los medios de opinión pública en cuanto a lo “irremediable” de su reelección.
Columnistas y comentaristas de radio y televisión, aun cuando aceptan que la campaña reeleccionista utiliza como nunca los recursos del Estado, se refieren a la reelección con el pesimismo de quien acepta un “hecho consumado”.
Se comenta y señala los casos de la Sunland, de la falta de previsión frente a la tormenta tropical Noel y del apresurado desagüe de la presa de Tavera pero a ninguno de esos errores ni a los tres juntos parece concederse la importancia de pesar siquiera un poco contra las aspiraciones continuistas de Fernández.
En 1970, 1974 y 1978, la prensa casi en su totalidad y a pesar del continuismo de Joaquín Balaguer, no aceptó la irremediabilidad de su propuesta electoral y sí recordó, en cada ocasión, la vocación fraudulenta de la participación electoral del caudillo y déspota ilustrado.
En ese momento, contra Balaguer pesaba la cadena de asesinatos, encarcelamientos y deportaciones de opositores que había desencadenado desde que retomó el poder por designio de Estados Unidos, con la invasión militar de ese país en el territorio y con esas situaciones y otras más como factores de fraude.
Como la corrupción que el caudillo y despota trajo al poder como método y estilo de gobierno.
En las elecciones de 1986, 1990 y 1994 volvió a pesar ese factor, mucho más el ingrediente de la corrupción que el de crímenes y delitos de Estado que en su reaparición Balaguer no cometió con la abundancia y descaro de sus primeros doce años, pero en ninguna de esas tres elecciones se aceptó como inevitable su reelección.
Balaguer no buscaba el condicionamiento de la opinión pública mediante una campaña diseñada para ello y que opera sobre los medios, periodistas y comentaristas de radio y de televisión, sino que confiaba para el logro de sus propósitos con la complicidad de sectores de poder económico y, por supuesto, con la gestión encubierta de la embajada de Estados Unidos.
Cabeza de un gobierno democrático, al que regresó después de una salida nada airosa en 2000 y por una gestión deficiente en el cuadrienio anterior, el presidente y candidato Fernández orquestó desde los primeros días de junio de 2004 las tácticas y la estrategia mediante las cuales buscaría perpetuarse en el poder.
Su primera víctima, dentro del Partido de la Liberación, lo fue el precandidato Danilo Medina a quien, con todos los recursos del poder, aplastó en el congreso elector que lo escogió candidato.
Y de ahí, hasta contar 7 mil millones de pesos esparcidos al año en publicidad gubernamental que en realidad es propaganda reeleccionista, junto al uso y abuso de un tratamiento de prensa “independiente” que no consigue diferenciar cuándo la noticia se refiere al presidente de la República y cuándo al candidato reeleccionista del PLD.
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