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POR LILLIAM OVIEDO
Con gastadas frases, gobierno y oposición electorera llaman a “no politizar” el desastre creado por la tormenta Noel. Hay, sin embargo, propaganda en impresos a todo color, más costosos que los alimentos que llevan dentro las cajitas donadas a grupos de damnificados, distribuidas en medio de costosos montajes publicitarios. Por su parte, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez ofició una misa en la Catedral Primada de América a solicitud del presidente Leonel Fernández y proclamó que las autoridades “están haciendo lo que corresponde con las personas que resultaron afectadas por el fenómeno”. Es evidente que el llamado constituye un intento de lavar la imagen del sistema en su conjunto.
Las fotos y los símbolos del Partido Revolucionario Dominicano en funditas de alimentos repartidos con cámaras y micrófonos, sustituyen, con ventaja, la opaca oratoria y la vacuidad del discurso del candidato Miguel Vargas Maldonado.
Amable Aristy Castro, candidato del despedazado Partido Reformista Social Cristiano, ha traído a escena el helicóptero cuya compra le ganó críticas punzantes (que la existencia del delito de prensa dejó cortas, por cierto). Ya es un aparato “lavado”. ¡Como si las acciones asquerosas dejaran de serlo por algún motivo!
El presidente Leonel Fernández y sus colaboradores (contado a la Primera Dama, por supuesto), han visitado lugares de concentración de gente y han sido fotografiados en las poses más simpáticas.
El espectáculo está en su mejor momento, aunque no se ha terminado de contar los muertos.
Sálvano Briceño, director de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas, en declaraciones publicadas ampliamente en diarios de México y de República Dominicana, dijo que las inundaciones en este país y en el sureño estado de Tabasco, en México, pudieron evitarse con medidas factibles y de bajo costo, como la predicción temprana, la información precisa y la ayuda preventiva.
En República Dominicana, como en México, (y no hay que hablar de Haití, donde la misma tormenta azotó a muchas comunidades y no vale la pena dar la cifra oficial de muertos, que nadie en ese país ha contado), el poder temporal y el poder permanente piden ayuda y comprensión ante el desastre consumado. ¡Así es muy fácil!
Si no es momento para preguntar a la cúpula de la Iglesia Católica si la posición en “defensa de la vida” que lleva a sus dignatarios a convocar a los fieles a manifestaciones de oposición a la despenalización del aborto en cualquier circunstancia, no conduce también a enrostrar al Gobierno y a la falsa oposición sus culpas en la creación de la miseria y en la abominable acción de utilizarla con fines politiqueros.
Hay que decir que el desastre era predecible, porque el mar Caribe, cuyas brisas dieron fuerza a las de la tormenta Noel, siempre estuvo donde está.
Las cartillas de información elemental sobre desastres naturales, hablan de la necesidad de tomar precauciones previendo la ocurrencia de lo peor, porque es la vida lo que se pone en riesgo.
No se puede decir que no conocían estas cartillas los funcionarios dominicanos. Las conocen ahora y las conocían en septiembre de 1998, cuando el huracán Georges causó centenares de muertes que pudieron evitarse tomando medidas de previsión o siquiera informando a la gente la ubicación de los refugios, a lo que, por instrucción del presidente Leonel Fernández, presidente también en ese momento, el entonces director de la Defensa Civil Elpido Báez, se negó hasta cuando ya era tarde.
Las conocían también los funcionarios del PRD en el año 2004 cuando el río Soliétte arrasó con Jimaní en su crecida, y en 1979 cuando la corrupción impidió que llegara ayuda suficiente a los damnificados del huracán David. Amable Aristy y su gente saben también ocultar la miseria en lugar de combatirla, como se hizo durante los gobiernos encabezados por Joaquín Balaguer.
Si sacar estas cuentas es politizar el tema, vale politizarlo entonces, y decir que el mismo fenómeno hizo menores daños en Cuba, un país pobre donde la gente fue mejor informada y protegida, y que las lluvias en Haití y en República Dominicana, como las aguas desbordadas de dos ríos en el sur de México, encontraron abandono y desamparo y se unieron a la injusticia para hacer daño.
Son condenables la desigualdad y la exclusión, aunque el poder ponga hostias en el escenario…
miércoles, noviembre 07, 2007
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