Por Miguel Guerrero / El Caribe
Los sentimientos del señor Hugo Chávez contra los españoles están fuera de toda duda. Siguiendo la cantaleta que inició en la Cumbre Iberoamericana de Chile, donde fue mandado a callar por el monarca, ha amenazado ahora con vigilar más de cerca a los empresarios españoles con inversiones en Venezuela, lo que ha puesto a temblar a Madrid, por cuanto son alrededor de 300,000 los hijos de la madre patria residentes en la nación sudamericana y más de 1,700 millones de euros el monto de sus inversiones allí.
Por supuesto, Chávez debe guardar, en el fondo de su corazón a menos que sea un malagradecido, sentimientos muy distintos sobre la OEA, la que su ídolo y mentor Fidel Castro suele llamar “ministerio de colonias”, frase que él mismo alguna vez ha utilizado, por cuanto fue la condena de la organización al movimiento que le derrocó por unas horas, lo que impidió aquella noche memorable que el golpe en su contra se materializara definitivamente.
Esa es una realidad que los diarios y las emisiones de las cadenas internacionales y venezolanas de televisión dejaron grabadas para la historia.
Lo tengo fresco todavía en la memoria. En especial aquella escena, en la que ya de vuelta en Miraflores, Chávez prometía con un rostro de humildad y arrepentimiento, comportarse de otra manera y ser más tolerante con la oposición.
Hasta yo lo hubiera comprado esa noche. Pero como nos recuerda el dicho: “Genio y figura hasta la sepultura”, el intento de golpe sólo sirvió para envalentonarlo y ponerlo en posición de endurecer sus actuaciones, acelerando el proceso de incautación de las instituciones democráticas y creando una dictadura constitucional en la que ha logrado el control de todos los poderes.
Un régimen autoritario en toda regla, que ha empobrecido al pueblo venezolano a pesar de su enorme riqueza petrolera y de la popularidad que sin lugar a dudas aún él tiene.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
domingo, noviembre 18, 2007
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