La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

El coronel Hugo Chávez y el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar, coincidieron en la XIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en noviembre del 2003, mucho después del intento de golpe de estado contra el primero el año anterior.

Ambos suscribieron, a nombre de sus respectivos gobiernos, la Declaración de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, sede de la reunión, que incluyó 45 puntos bajo el título “Inclusión social, motor del desarrollo de la comunidad iberoamericana” y otros nueve temas relacionados con la cooperación.

En ninguna parte de la extensa declaración oficial de la conferencia, como en la anterior efectuada a finales del 2002 en Bávaro, figura queja de la parte venezolana sobre la participación de las autoridades españolas de entonces en la frustrada intentona contra Chávez.

Y en ninguno de los documentos, declaraciones o discursos que forman parte del legajo de ambas citas presidenciales se hace mención de esa ofensa a la institucionalidad venezolana.
Pudieron ser aquellas dos oportunidades excepcionales para que Chávez enrostrara a Aznar la acusación de fascista, que ha formulado ahora en ausencia de éste, en ocasión de la reciente conferencia iberoamericana efectuada en Santiago de Chile, y le reclamara allí su presunta participación en aquél lamentable episodio.

Entre abril del 2002 y noviembre del 2003, es decir entre el frustrado golpe y las dos cumbres, no hubo protestas del gobierno de Caracas contra el de Madrid y si mal no recuerdo en esa época Chávez visitó España y tuvo lugar un encuentro muy afable entre ambos en el palacio de La Moncloa, residencia del ejecutivo español. Todo esto sólo tiene una explicación racional.

O le faltó valor entonces para enfrentar de cara a Aznar, o se equivocó creyendo que los españoles le aguantarían su impertinencia en Chile. La respuesta fue un “¿por qué no te callas?”

Miguel Guerrero es escritor y periodista
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