martes, noviembre 27, 2007

Al día

El Nacional, Vespertino de Santo Domingo

POR JUAN JOSE AYUSO
“El poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Los períodos de gobierno de Leonel Fernández y el Partido de la Liberación son dos, no consecutivos, y su conducta en el último cuadrienio confirma la vieja sentencia.

Con una historia de continuismo, despotismo y autoritarismo -tiranías y dictaduras- la clase dominante, los políticos ni la clase media están preparados para la reelección, aunque sea y de manera teórica por un período consecutivo.

La etapa de formación política que vive esta gente de la élite que gobierna, manda e influye, forzaría a que aceptara la alternabilidad en el poder como paso principal para encaminar la democracia. Pero.

El continuismo, despotismo y autoritarismo de Joaquín Balaguer determinaron, entre 1966 y 1978 y entre 1986 y 1996 que no se estableciera la democracia y que no hubiera un proceso en ese sentido.

Balaguer creó e implantó la corrupción como método de gobierno y el continuismo como forma de mantenerse en el poder, para lo que no se cansó nunca de utilizar todos los mecanismos de fraude electoral.

Una interpretación aberrada de la “política de resultados” llevó a que los balagueristas y los que decían no serlo aceptaran su método y estilo de gobernar y lo tomaran como mentalidad y norma.

Ninguno de los que gobernaron en los lapsos 1978-86 y 2000-2004 lo hizo con un sello balaguerista tan notorio como el Fernández, tanto en su primer mandato como en el presente.

Con el detalle muy particular de que, como la Constitución lo permite ahora, planteó la reelección presidencial sin consideración para el principio fundamental democrático de la alternabilidad y sin parar mientes en el atropello de compañeros de partido con derecho a una candidatura.

Aunque sea justo reconocer que, tal como la rehabilitación política que le permitió volver al poder en 2004 con un 57 porciento de la votación del electorado, Fernández debe también al expresidente Hipólito Mejía la posibilidad de haber podido postularse para la reelección.

Con el poder, la mayoría congresual y los municipios en las manos, Mejía hizo reformar la Constitución en 2002 para retrotraer el continuismo con la reelección, aunque fuera por un período consecutivo.

El presidente Fernández tiene en el congreso un proyecto de Constitución cuyo articulado no conoce la sociedad y cuya redacción final la dará la mayoría con que cuenta entre senadores y diputados.

Y hasta el 28 de octubre, el presidente, candidato a la reelección y dueño de la mayoría congresual y municipal mostró estar decidido a utilizar ese poder para lograr la reelección a cualquier costo. Y también después de esa fecha.

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