jueves, noviembre 22, 2007

¿Y cómo se llama ahora?


Por Víctor Méndez/El Nacional, Vespertino Dominicano

Pocos negarán sin mentir que recuerdan al pájaro tal, al cuero Mengana o al tuñeco Sutanejo de su barrio o su comunidad.

Claro, ya esos términos no identifican al marica, a la prostituta ni al impedido físico, porque la modernidad les ha asignado nuevas definiciones.

La nueva terminología asigna las definiciones de “personas de diversidad sexual variada” al antiguo cundango y a su marido, “trabajadora sexual” a la prostituta y “discapacitado” al que tiene alguna limitación física.

El modernismo llegó a la conclusión igualmente que era despectivo llamar ciego al que no ve, tullido al que no puede caminar o preso a quien es sentenciado a cárcel por cualquier delito, y les creó definiciones más consideradas y respetuosas de sus derechos.

Por eso ahora el que perdió o nunca tuvo la capacidad de ver es “invidente” o “no vidente”, quien ya no puede caminar es “discapacitado” y el que guarda prisión es “interno”.

También perdieron su nombre genérico los delincuentes menores de edad, y las personas de larga vida.

Porque en el primer caso se dice que la definición viola derechos y se decidió señalarlos como “menores en conflicto con la ley”, y en el segundo el término dizque ofende. Por eso los viejos dejaron de serlo para pasar a ser “envejecientes”.

Naturalmente, la muerte por accidente o provocada adrede al ser humano poco después de la concepción también dejó de llamarse aborto para pasar a ser “interrupción del embarazo”, los abusivos maltratos físicos de muchos maridos contra sus esposas dejaron de ser golpizas para pasar a la definición de “violencia de género” y los acusados de algo en los tribunales tampoco son tales porque ahora se les considera “imputados”.

La modernidad va ganando la guerra batalla a batalla, aunque también ha tenido sus tropiezos a la hora de su empeño por hacer del lenguaje algo acorde con los tiempos.

Ha logrado reemplazar verbos tan arraigados y correctos como “abrir” o “acceder” por términos tan poco atractivos como “aperturar” o “accesar”, aunque en lo atinente al sexista lenguaje no sexista de “las” y “los” no ha podido abrirse paso franco a través de la reticencia social.

Pero la modernidad actual se impone a pesar de los pesares, dejando a algunos como consuelo la seguridad de que alguna vez tendrá que ser desplazada por obsoleta.

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