sábado, noviembre 10, 2007

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe
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Escribí en la columna del viernes, entregada como es natural horas antes del discurso del presidente, ante un muy selecto auditorio de autoridades, que ese texto le descifraría a la nación la real condición del señor Leonel Fernández.

Pondría bien en claro si ante una situación de calamidad nacional, el mandatario actuaría como el estadista que se le pretende o el político que sin duda es. Su discurso, muy emotivo según algunos de los dignatarios y empresarios presentes, se centró en el tema de los daños ocasionados por la tormenta Noel, sin hacer referencia alguna a lo que él mismo definiera, en ocasión de una visita días antes a un refugio repleto de damnificados, como una tormenta todavía mayor: el aumento desorbitado de los precios del petróleo y sus derivados.

El señor Fernández no ofreció cifras definitivas de los efectos de Noel, pero informó de su propósito de diligenciar fondos al través de préstamos por un monto de ocho mil millones de pesos, para emprender la reconstrucción de la infraestructura destruida y de los daños a la ganadería y la agricultura.

Sin embargo, no anunció cambios en el gasto público ni ofreció señal alguna de someter al gobierno a un riguroso plan de austeridad, como sería lo lógico y ordena la ley por él mismo promulgada, para extraer de él los recursos con que enfrentar gran parte de las enormes calamidades derivadas de la tormenta.

También planteó la real necesidad de un gran esfuerzo nacional para encarar de forma conjunta el problema, pero olvidó convocar a la oposición, con lo cual demostró una vez más que el inquilino del Palacio es, sobre todo, un político a tiempo completo, muy consciente de que sobre el triste legado de barro y cenizas de la tormenta existe un terreno fértil para preservar la presidencia. La fatal arrogancia del poder sigue marcando el curso de la república, socavando el futuro de la democracia.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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