martes, noviembre 13, 2007

¿Por qué no te callas?


En las reuniones parloteamos todos al mismo tiempo y nadie se concentra en lo que dicen los demás, y todos gritan, con la manía que tenemos de tocar el hombro el muslo del que está a nuestro lado, para que nos haga caso


Por
Pedro Domínguez Brito / El Caribe

Lo que recientemente el rey Juan Carlos de España le dijo al presidente de Venezuela, de seguro alguien nos lo ha dicho y nosotros también lo hemos expresado. “¿Por qué no te callas?” es una de nuestras preguntas más comunes.

Y se pronuncia con pique, casi siempre por una de tres razones: porque no nos dejan hablar, porque perdimos una discusión y pasamos una vergüenza de madre, o por ambas cositas a la vez.

Y es que nos fascina hablar mucho, de lo que sea, lo importante es que haya ruido. Si dos dominicanos vamos a un restaurante en Austria, con mil comensales, sólo se escucharán nuestras voces. Nuestra lengua es el órgano que más ejercitamos.

Y en las reuniones parloteamos todos al mismo tiempo, y nadie se concentra en lo que dicen los demás, y todos gritan, con la manía que tenemos de tocar con nuestro dedo índice de la mano derecha el hombro o el muslo del que está al lado, para que nos haga caso, lo que no ocurre, porque también esa persona está hablando con alguno del grupo, el que a la vez no le pone atención a ese tercero porque está embullado como perico con en el del frente, creyendo que lo está escuchando, lo que tampoco sucede. Es un lío.

Y en las discusiones es que somos graciosos, hablamos como si peleásemos, y si producimos más ruido que el contrario, nos retiramos felices con la fatua idea de que vencimos en la absurda batalla verbal.

¡Cuántos he conocido que pierden la oportunidad de superarse en la vida por el hecho de soltar frases imprudentes o algún monosílabo inapropiado! Por otro lado, al silencio lo consideramos triste, melancólico, propio de personas con problemas mentales, económicos o sentimentales.

“A ese lo botó la mujer”, pensamos cuando observamos a alguien que no dice ni esta boca es mía.
Si una persona es muy callada, juramos que algo esconde. Los callados son aburridos, o son unos tontos que quieren hacerse los inteligentes, pues me decía doña Chichí que la inteligencia del bruto es el silencio.

Esto contrasta con los parlanchines, que los buscamos como salvadores, brindándoles toda la bebida y comida que quieran para que hagan el ambiente. Son los protagonistas de nuestros encuentros, los bufones modernos.

Y ahora hablaremos de los políticos que dicen disparates… Pedro: ¿por qué no te callas?, me digo a mí mismo.

Pedro Domínguez Brito es abogado

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