jueves, noviembre 01, 2007

Vargas Maldonado y el empleo

Servicios Google/Clave Digital, Portal Dominicano
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El mercado laboral dominicano es flexible, es decir, su lógica de entrada y salida no tiene mayores ataduras institucionales.
Wilfredo Lozano
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La idea de Miguel Vargas Maldonado de presentar con tiempo su programa político es acertada. Su argumento central es que en torno a una política de empleo es que debemos organizar una estrategia eficaz de desarrollo ante los retos de la globalización.

Se puede diferir de su argumento, pero éste es consistente; puede parecer incompleto, pero nadie puede discutir que es viable como política pública.

Complementa esta propuesta una serie de ideas de Vargas Maldonado respecto al rol del Estado: sostiene que su volumen de gastos debe reducirse, comenzando por su voracidad fiscal; argumenta que un estado eficiente y líder en el proceso de desarrollo no necesita de la hipertrofia burocrática, que no es lo mismo que decir que no necesita de recursos.

Si el empleo es uno de los ejes centrales del desarrollo, en la era de la información su especificidad se determina en niveles no sólo ocupacionales.

El mercado laboral dominicano es flexible, es decir, su lógica de entrada y salida no tiene mayores ataduras institucionales.

Esto no deviene únicamente de su predominio informal, sino también de la pérdida de capacidades negociadoras del mundo del trabajo frente al empresariado, como de la total recomposición de la actividad económica y empresarial moderna, incluso en un país en desarrollo como el nuestro: subcontrataciones, producción de pequeña escala, transnacionalización productiva, predominio de los servicios en la inserción del país en la economía global, etc.

Todo esto claramente afecta los salarios. En esa nueva realidad, para enfrentar la permanente posibilidad de su deterioro, los trabajadores no tienen otra alternativa que moverse en dos niveles: el de su reconversión permanente como fuente de riqueza, cuyo mecanismo central es la educación, a fin de asumir las incertidumbres de la flexibilidad, pero también las exigencias de la competitividad que en ese contexto debe dinamizar el sistema.

Por otro lado, como consumidores no tienen otras posibilidades para enfrentar el mercado que fortalecer sus derechos ciudadanos y demandar del estado que asuma su responsabilidad protegiéndolos de la especulación y el monopolio.

En nuestro contexto, la baja productividad y las precarias capacidades empresariales para la innovación y la competitividad se producen por varias vías: subsidios generalizados, bajos salarios, bloqueo monopolista a la libre competencia, es decir, proteccionismo y debilidad sindical.

Eso, en un marco de generalizada informalidad del mercado laboral, hace extremadamente difícil la gestión estatal del trabajo y el empleo.

En cuanto al empleo, la política estatal tiene que acompañarse de otras políticas: de desarrollo del sector informal en sus expresiones de mayor posibilidad de desarrollo; educativas, en los niveles básico y superiores, lo cual demanda de acuerdos con el empresariado, que debe asumir las políticas de entrenamiento laboral; de competitividad sistémica.

Está finalmente la cuestión del nivel de vida, que debe asumirse no sólo vía los salarios, sino también protegiendo al consumidor, sosteniendo un esquema de seguridad social principalmente en su componente de salud y fortaleciendo los derechos ciudadanos. Hablar de empleo en la era de la información es hablar de competencia, educación, seguridad social, ciudadanía y democracia.

Sería saludable que en lo sucesivo nuestros candidatos presidenciales le aclararan a la población sus posiciones sobre estos y otros puntos centrales de la agenda nacional, como lo ha hecho Vargas Maldonado asumiendo la cuestión del empleo como un eje central de su propuesta.

Si eso ocurriera se vislumbraría al menos una pequeña esperanza de una campaña electoral centrada en el debate de ideas y no en la barbarie clientelista que nos ahoga.

Un debate como ése quizás permita asumir compromisos en asuntos que como el empleo exigen acuerdos de mediano y largo plazos, más allá de promesas siempre incumplidas cuando el que gana toma el poder y olvida lo prometido.

Wilfredo Lozano es Sociólogo, politólogo e investigador social.

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