El palabreo entre el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y el Revolucionario Dominicano (PRD) ha subido de temperatura en los últimos días. Se apuesta a que la sangre no llegará al río, no importa lo amenazante que luzcan los “viralatas” y los “virafundas”.
En una peña del lunes por la noche se citó declaraciones del presidente de la Junta Central Electoral, Julio César Castaños Guzmán, quien que “no hay un reglamento que sancione la violencia física o verbal entre los partidos en la actual campaña electoral”.
A partir de que lo que no está prohibido, tiene luz amarilla, si no verde, se colige que en el circo polítiquero del país sus partidos pueden actuar como chivos sin ley.
En variados círculos se advierte que más allá de las denuncias y uno que otro recurso destinado a pasmarse en la Suprema Corte,las llamadas “tensiones” entre los dos partidos procreados por Juan Bosch, se quedarán en palabras, sólo palabras.
Simultáneo con la podredumbre, las gestiones del PLD y el PRD se han caracterizado por la impunidad que disfrutan sus respectivos funcionarios, señalados por el rumor público como corruptos de marca mayor.
No se conocen presos “prestigiosos” de ninguno de esos gobiernos, ni siquiera bajo trato VIP.
Salvo uno que otro “realengo”, como diría Franklin Almeyda, brillan por su ausencia de las cárceles los pejes gordos de la corrupción en las distintas administraciones.
No obstante, el tira y jala PRD-PLD es condimentado producto de consumo en una extensa red de “opinión pública”, figuras y personalidades que tienen el plato mañana, tarde y noche.
Como en la pelota, en la política los rivales tienen sus respectivas parcelas en las graderías que libran un juego paralelo, atizado por acusaciones y contraacusaciones.
Así que el cacareo entre el PRD y el PLD se quedará en puro teatro como diría Tite Curé, en voz de la Lupe. El presidente de la JCE debe mantenerse tranquilo porque la “beligerancia” de esos partidos se queda en el amagar y no dar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario