martes, febrero 12, 2008

Al día


El Nacional, Vespertino Dominicano

POR JUAN JOSE AYUSO
La que dio con relación al continuismo de Joaquín Balaguer es la más reciente demostración de que el pueblo no acepta la reelección ni vota por ella. Los casos de reelecciones impuestas por Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux y Rafael Trujillo pertenecen a una historia de la que no se tiene memoria viva.

Balaguer impuso su reelección en 1970 y 1974, después de que la invasión militar norteamericana y circunstancias nacionales impusieran su vuelta al poder en 1966, tras su asociación de 30 años con Trujillo.

Un movimiento de unidad popular en torno a la candidatura de Antonio Guzmán por el Partido Revolucionario determinó que a Balaguer la fuera imposible imponerla en 1978.

El déspota ilustrado intentó una suerte de golpe de Estado, a través de gestiones de emisarios como Marino Vinicio Castillo en la secretaría de las Fuerzas Armadas y cerca de los jefes militares, pero la presencia de una misión norteamericana que integró el teniente coronel Dennis MacAuliffe frustró el intento.

Por trapacerías del gobernante Salvador Jorge Blanco y del secretario general del partido de gobierno José Francisco Peña Gómez, le fue entregado el poder a Balaguer en 1986 cuando en las elecciones estuvo clara y computada la victoria de Jacobo Majluta.

Para entorpecer la victoria del candidato de su partido, lo menos que hizo el entonces presidente Jorge Blanco fue nombrar a una Comisión de Asesores Electorales (Cae), presidida por el cardenal Nicolás López Rodríguez, quien antes de que la Junta Central Electoral terminara de contar se presentó en televisión para santificar a Balaguer como presidente.

De entonces adelante, agravada su situación por la falta de valor personal y moral que no pudo reunir para enfrentar a acusaciones de corrupción mediante las cuales Balaguer lo hizo perseguir y encarcelar, Jorge Blanco perdió el relieve de dirigente y la carrera política.

En el cuadrienio siguiente, 1990, también estuvo clara la victoria de Juan Bosch y el Partido de la Liberación, pero la estructura de fraude de Balaguer le permitió conservar el poder, en una “victoria” que le fue reconocida nada más y nada menos que por el director del centro de cómputos del PLD, a la sazón el periodista Víctor Grimaldi, quien poco después pasaría a ocupar un alto puesto en el gobierno del caudillo.

Balaguer repitió la trapacería en 1994, contra Peña Gómez como candidato del PRD, quien no luchó para defender su victoria y aceptó firmar un pacto que después confesaría no haber leído entonces, aunque por unas negociaciones Balaguer logró solo dos años más, aunque con una reforma constitucional que en lo adelante prohibía la reelección.

En cuatro de las seis elecciones en que participó, el déspota ilustrado consiguió imponer la reelección que no había aceptado la mayoría del pueblo, 1970 y 1974, 1990 y 1994, como tampoco aceptó sus candidaturas de 1966 y 1986 sino por trapisondas e imposición fraudulenta de fuerzas ajenas.

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