martes, febrero 26, 2008

Al día


POR JUAN JOSÉ AYUSO

“El poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente”. La frase es vieja y está ahí, como las actitudes públicas del presidente y candidato Fernández frente al caso de la Sunland y del desagüe de la presa de Tavera.

Decretó “cerrado” al primero aunque, horas después, el secretario de Hacienda Vicente Bengoa lo reabriera para responsabilizar por él al director de la Oficina Fiscalizadora de Obras del Estado.

Y horas después, también, el ingeniero Félix Bautista apareció en público para amenazar con los tribunales a quienes lo “difaman”, aunque sin mencionar por su nombre y puesto al secretario de Hacienda.

El Fondo Monetario Internacional, en un informe acerca del “préstamo” de Sunland, dejó claro que, del caso, el gobierno le ofreció una información parcial que por supuesto no incluyó haber obviado la aprobación del congreso, sin la cual no podía contraer la deuda pública.

En cuanto al informe de Tavera rendido por una comisión de profesionales santiaguenses, el presidente y candidato se refirió a uno y la otra con ánimo despectivo y descalificatorio, amén de las ínfulas de caudillo mesiánico que exhibió al preguntar quién o quiénes habían designado a esa comisión.

El estilo arrogante y prepotente que mostró en esas declaraciones había sido copiado por el presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez y por la secretaria de Educación, Alejandrina Germán.

El primero actúa en los últimos meses con una altanería condigna del ejercicio del poder sin conciencia de los principios democráticos que postulan la convivencia con los criterios y posiciones de los otros.

Y la secretaria Germán, ante la denuncia de la periodista Nuria Piera de que construye una costosa mansión veraniega en Jarabacoa, se refirió al reportaje como “basura”.

(En realidad, prepotencia, altanería y arrogancia son “virtudes” de la mayoría de los peledeístas cuando, tras los primeros meses desde 1996, pasaron de “una mano adelante y otra detrás” y de “anexos” en viviendas pobres, a trajes y corbatas caros y a residencias suntuarias.)

Narcotizado todavía por la votación masiva con la que los desaciertos y la crisis económica nacional de la quiebra de Baninter y del alza del petróleo le permitieron volver con poco esfuerzo al poder, el presidente y candidato Fernández no sólo trata de revivir esas condiciones de un “gobierno anterior” que tiene ya cuatro años fuera de palacio sino que actúa con el engreimiento y la petulancia de quien se cree único heredero del poder.

En medio de una campaña electoral con la que busca la reelección y el continuismo porque, según cree y dice, para la misión de gobernar sin límites fue escogido por los caudillos y mesías que fueron Joaquín Balaguer y Juan Bosch, el presidente y candidato, en poco tiempo, pudiera despertar de un sueño que se le habrá convertido en pesadilla


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