La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

La decisión del Gobierno de negociar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, anunciada por el secretario de Economía, Temístocles Montás, produjo alivio en los círculos empresariales del país y envía una señal positiva a la comunidad financiera.

Aún en el caso, temido por muchos, de que se trate sólo de un anuncio político ante la proximidad de las elecciones, la noticia ayuda a eliminar, por el momento, los nubarrones que comenzaron a ensombrecer el panorama económico ante insistentes versiones de que el Gobierno prescindiría del FMI por considerarlo innecesario.

El fondo le ha recordado a la administración Fernández la importancia de controlar el gasto y de mantener el endeudamiento en niveles aceptables.

Los excesos en el manejo de estas variantes atentan contra los esfuerzos por preservar la estabilidad macroeconómica, que ha sido ciertamente una de las áreas exitosas del presente mandato constitucional.
La importancia de un nuevo acuerdo con el FMI debe verse en función de las realidades políticas.

Con un Presidente en plena actividad electoral en la búsqueda de la reelección, los temores de que las prioridades del Gobierno queden subordinadas a ese propósito están pues más que justificados.

La historia política nacional, incluso la más reciente, guarda un montón de experiencia sobre el empleo sin límites de los recursos públicos a favor de la reelección.

La debilidad institucional y la incapacidad legal de la Junta Central Electoral para controlar el uso de esos recursos, hacen más imperativo cierto grado de vigilancia como la que puede ejercer un organismo como el FMI.

Se entiende así por tanto la tranquilidad que el anuncio del señor Montás ha causado en los agentes económicos, muchos de ellos conscientes de que serán los intereses de la reelección los que determinarán finalmente la suerte de esas negociaciones.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
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