FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Según publica la prensa, en nuestro país residen más o menos un millón de haitianos. Eso, "a ojo de buen cubero".
Y a cada momento se publica que en tal o cual ciudad (especialmente Dajabón y Santiago) se ha repatriado determinada cantidad de haitianos.
El problema es más grande y peligroso de lo que la mayoría de la gente cree. Porque es muchas veces más importante el número de haitianos que entra ilegalmente al país, que los que se repatrian.
Localizar a los haitianos ilegalizados es sumamente fácil. O usted lo ve sentados en un parque, o trabajando en la industria de la construcción. La mano de obra haitiana es mucho más barata que la criolla, razón por la que es elegida por los responsables de dicha industria.
Al mismo tiempo, en los campos de caña, ya en vías de extinción, las manos que usan el machete son haitianas en una gran proporción.
Muchos de esos braceros, al terminar la zafra, vuelven a su país con los salarios ganados casi completos. Otros, sin embargo, se quedan en el país, muchas veces se casan con dominicanas o traen sus mujeres, con lo cual el número de haitianos aquí puede que pase del millón, "y voy en coche".
Haití, ya lo he dicho, es un país que no puede alimentar ni siquiera a la mitad de su población. De ahí que busque dónde hacerlo. Y, ¿dónde mejor que en la "casa del vecino".
La preocupación es mayor porque no veo que el Gobierno hace nada visible para impedir esa constante entrada de haitianos indocumentados, iletrados en su mayoría, por lo que no aportan nada al país, sino todo lo contrario.
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