La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Nuria Piera puede dormir tranquila. Dudo mucho, y hablo en serio, que la secretaria de Educación le demande por el revelador reportaje sobre la mansión rodeada de pinares que ella construye en montañas de Jarabacoa.

Un palacio dentro de un paisaje espectacular al cual se llega, por el momento, al través de un camino lleno de casuchas con una escuelita destartalada que se cae a pedazos, retrato tal vez del sistema escolar que ella dirige.

El plazo de 72 horas que le diera la funcionaria para una retractación, a punto de cumplirse, es solo fruto de una reacción propia de la tradición política nacional.

Nadie de verdad dispuesto a llevar un caso a la justicia pierde su tiempo con advertencias u otorgando plazos. Igual pasa con aquellos funcionarios que fingiendo estar ofendidos por un agravio presidencial o cosa parecida, ponen a disposición del jefe del Estado sus cargos.

Como si de ellos dependiera solamente la permanencia en las posiciones públicas.

Olvidan que desde el mismo momento en que son nombrados, el presidente tiene en sus manos la facultad de decidir por cuánto tiempo los mantiene como colaboradores.

En el reportaje de Nuria no hay absolutamente nada que la haga objeto de una demanda con posibilidades de obtener una sentencia favorable en un tribunal que actúe conforme a la ley.

Los hechos fundamentales descritos en el mismo se corresponden con la verdad. La funcionaria es propietaria del inmueble y lo relativo al valor de la construcción no puede ser usado en su contra, por cuanto una propiedad de ese tipo vale lo que diga el mercado, es decir lo que se esté dispuesto a pagar por ella.

Lo cierto es que Nuria ha hecho bien en aceptar la oferta de venta que le hiciera la funcionaria. Hasta yo la compraría si algun piadoso amigo me prestara los seis millones de pesos.

Como ha dicho Juan Bolívar revendiéndola a un precio justo tendría asegurado mi retiro.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do