PEDRO GIL ITURBIDES
Poco hemos sabido de la caída de un elevador de pasajeros en un gran edificio que se construyó en el Malecón. Celebrábase, se ha dicho, en un hotel de la gigantesca edificación, una reunión de reformistas que apoyan la reelección del Presidente Leonel Fernández. Preciso es buscar una explicación racional al accidente.
Hemos de suponer que, conforme los modos de ser del dominicano, al ascensor penetrase un número de personas superior al recomendado por los fabricantes. Contra esta posibilidad podría esgrimirse que los ascensores modernos no funcionan cuando registran sobrepeso.
Cabe otra posibilidad que, tan pronto la expongamos, ustedes nos tildarán de fantasiosos. Alrededor de la memoria de Joaquín Balaguer han acontecido sucesos rodeados tanto de misterio cuanto de incomprensibilidad. A raíz de cumplirse actividades en la última campaña electoral por los puestos al Congreso Nacional y los Ayuntamientos, ocurrió el primero de estos raros accidentes. Un alto dirigente se hallaba sobre una tarima que le servía para hablar en una manifestación. El dirigente cuyo nombre omito, era candidato a Senador por la Provincia Santo Domingo.
De pronto, tal vez por el sobrepeso generado por cuantos a la estructura de madera subieron, una pata se quebró. No sólo pudieron contemplar lo sucedido quienes se hallaban en el lugar, sino televidentes de noticiarios cuyos reporteros se hallaban en el lugar. Hace poco, el candidato reformista a la Presidencia de la República visitó el mausoleo en que descansan los restos del fenecido mandatario. Acudía al lugar para rendirle homenaje, sin duda. Pero se concatenaron dos o tres acontecimientos que ponen a pensar al más incrédulo de los mortales. Allí se produjeron, desde la caída estrepitosa de una bandera hasta la quebradura de la pata de una silla.
El último de estos fenómenos paranormales fue la caída del ascensor. Cuando pensamos en los antiquísimos ascensores de edificios como el Baquero o el Díez, que funcionaron por más de ochenta años sin estropearse, hemos de volver la vista al último de los sucesos. ¿Son estos elevadores electrónicos modernos, menos seguros que las antiguas máquinas mecánicas? Aquellos dependían de muescas que soportaban cables atados a poleas. Los actuales, si bien están basados en estos elementos mecánicos y se soportan en ellos, dependen de sensores y mandos digitales. ¿Fallan estos sensores debido al uso inapropiado que hacemos de estos equipos?
Salten ustedes, como puedan, del misterio a la realidad. Entre tanto, y para finalizar, permítanme recordar a don Alcides García Lluberes. Hijo del historiador don José Gabriel García, era un duartiano de pura cepa. Dedicado por consiguiente a exaltar la memoria del patricio Fundador de la República, hurgó en su vida llena de virtudes y entregas. ¿Y qué halló, en adición a los hechos racionales de un ser humano de vida honesta y pía? ¡Misteriosas coincidencias!
Juan Pablo fundó la Trinitaria en 1838. Treinta y ocho años más tarde habría de morir en Caracas, capital de los entonces estados unidos de Venezuela. La primera vez que se alejó del país por causa de la persecución de los haitianos, lo hizo en una goleta de nombre Leonor. En su retorno en 1844, poco después del 27 de febrero, volvió en otra goleta, distinta de aquella, ¡de nombre Leonor! Y Leonor Lluberes fue su novia. Fundó la Trinitaria en la fiesta de la virgen María del Montecarmelo, ¿y qué día murió? En las horas crepusculares de la víspera del día de la fiesta de Ella, entregaba su alma al Creador..
Por cierto, era devoto de la Virgen, y aunque fundó la Trinitaria en el día de Nuestra Señora del Carmen, andaba con un botón de María como Nuestra Señora de la Altagracia. Este botón le fue obsequiado al Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Fernando Arturo de Meriño Ramírez a fines del siglo XIX, por Rosa y Francisca Duarte. Balaguer, por cierto, andaba siempre con un resguardo con la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia.
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