viernes, febrero 15, 2008

Mi renuncia

El Nacional

POR DOMINGO PORFIRIO ROJAS NINA
Entre los fundamentos de mi renuncia, se encuentra la razón básica de que jamás podría percibir emolumentos o un simple sueldo sin desempeñar ninguna función para el cargo que fuera creado, debido a principios éticos, morales y la dignidad que me impone los blasones de mi conciencia. Prefiero morir antes que traicionar mis principios, a mi familia, a San Cristóbal y al país.

Tengo el deber de informar a la nación los reclamos de la voz de mi conciencia, respecto a mi partida como secretario de Estado, asesor en derechos humanos del Poder Ejecutivo.

El pasado día 11, informé al señor presidente mi profundo agradecimiento por el nombramiento que el 20 de agosto me hiciera, el cual no esperaba, pero fue una gran distinción.

Al ser juramentado, él tuvo la gentileza en expresarme que, tomando en consideración mis condiciones, había tomado esa decisión, ofreciéndole por eso mi sincera gratitud.

Pensé que iba a ser tomado en consideración para aspectos de las prerrogativas humanas y otras cosas, en favor de la ciudadanía y la República, pero no fue así, lamentablemente.

Realicé gestiones con instancias del Palacio Nacional para que me fuera asignado un despacho, pero fue inútil.

Dirigí al señor Presidente un sinnúmero de comunicaciones, sugerencias, proyectos, solicitudes de entrevistas a ciudadanos y a favor de sectores, provincias y comunidades del país, incluyendo mi idolatrado pueblo de San Cristóbal, pero nunca recibí un acuse de recibo, en desmedro de la cortesía y normas protocolares.

Igualmente, nunca el Presidente me concedió una breve entrevista.

En mi renuncia, le comuniqué que una gran parte del limitado emolumento recibido lo invertí en compras de medicinas, alimentos, ayudas económicas, pasajes, vestuarios a favor de personas pobres, y eso lo podemos probar a plenitud, incluyendo solicitudes de ayuda no económica a distinguidos amigos, como al filántropo doctor Antonio Cruz Jiminian, a Ramón Alvarez, al cardiólogo y humanista doctor Jhonny Jacobo Simón, al destacado diputado Víctor Ito Bisonó, al doctor Juan Oviedo, cuya Óptica lleva su apellido, al licenciado Moisés Nina Placencio y a mis cuatro hermanas residentes en Estados Unidos.

Quiero expresar mi reconocimiento y gratitud también a funcionarios de quienes recibí atenciones, jamás nada mercurial. Se trata del licenciado Luis Manuel Bonetti, José Francisco Peña Guaba, del cual recibí en el mes de diciembre 60 cajas navideñas, las cuáles fueron repartidas en San Cristóbal y la Capital a personas necesitadas; al distinguido doctor Radhamés Jiménez, al ingeniero Temístocles Montás, al licenciado William Aquino, al doctor. Roberto Blandino Urbáez, al mayor general José Aníbal Sanz Jiminián, a él recurrí en busca de ayuda para una señora enferma, ofreciéndole colaboración, la cual fue tratada y operada en Cuba.

Agradezco también as la señora Águeda Herrera y a las personas que laboran en Recursos Humanos de la Presidencia, al mayor general ingeniero Rafael Guzmán Fermín, al licenciado Felipe Jey Payano, al general de brigada Medina, jefe del Cuerpo de Ayudantes del Señor Presidente.

Señor presidente, yo le manifesté que iba ayudarle a usted dentro de nuestras posibilidades, pero sin incursionar ni participar en la destacada agrupación política que usted dirige, aunque usted nunca me ocupó ni señalara nada políticamente, y esto debo decirlo con verticalidad.

Mi filosofía coincide con la de padre de la Patria Juan Pablo Duarte, cuando dijo: “Haced siempre el bien que la vida es transitoria. El poder de los hombres pasa y la historia queda para que la escriban las nuevas generaciones”.

Muchas gracias, excelentísimo Presidente, pero yo pienso como Aristóteles: “Vivir moralmente vale más que vivir”.

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