martes, abril 01, 2008

¿Marcados por las tragedias?


El exterminio del elemento indígena fue total desde antes de cumplirse el primer centenario de la llegada de colón a estas tierras. A partir de esos tiempos, los hechos trágicos nos han marcado como pueblo, a lo largo de varias centurias


Por Felipe Mora / El Caribe


Con todo y que somos un pueblo de paz, la sangre ha corrido a raudales desde mucho antes de los inicios de nuestra condición como sociedad organizada. Ha sido una práctica constante a través de toda su historia.

Los motivos sobran. Aquí se ha quitado la vida a seres humanos por no simpatizar con el régimen de turno, por un simple ‘chivateo’ o por hechos tan simples como la ocupación de un parqueo, por una deuda de algunos centavos, por motivos pasionales (algo muy recurrente), por asuntos de drogas, etc; etc.

No es que tengamos que compararnos con Irak, Afganistán, Colombia, Medio Oriente, donde las pérdidas de vidas humanas se producen por situaciones muy distintas. Pero hay que reconocer que aquí las tragedias nos tienen marcados.

Los accidentes de tránsito, las riñas y los crímenes pasionales nos colocan en un average sumamente negativo. Cada vez hay más jóvenes involucrados en ello, de un modo u otro.

Todo indica que de un tiempo a esta parte la fábrica de ataúdes ha adquirido un boom que, lamentablemente, llena los bolsillos de sus responsables.

No pasa un solo día sin que tengamos en los medios noticias de muertes violentas a causa de tiroteos, accidentes, riñas o discusiones que en ocasiones pueden ser por algún simple motivo de tránsito.

Sin este país estar en guerra, amplios conglomerados de la población no salen de un luto eterno por la tanta sangre que se derrama a todo lo largo y ancho del territorio nacional.

Duele decirlo, entre los involucrados, víctimas y victimarios, hay jóvenes que en su mayoría no pasan de los 25 años.

De tiempo en tiempo ha habido “zafras” de aparición de cadáveres en zonas apartadas o inhóspitas, de personas que han sido ejecutadas por distintos motivos, ya sea por atraco, ajustes de cuentas, porque fue hallada in fraganti en algún robo, o por cualquier otro motivo.

Los asesinatos por motivaciones políticas, que otrora estuvieron en la palestra, puede decirse que hoy día son cosa del pasado.

Desde los tiempos de la colonia, la isla de Santo Domingo estuvo marcada por el signo de la tragedia.

El exterminio del elemento indígena fue total desde antes de cumplirse el primer centenario de la llegada de Colón a estas tierras.

Los tratados de Aranjuez, Ryswick y Basilea fueron ejemplos palpables del poco interés que nos tenía España luego de consumada la conquista y posesión de las riquezas de la isla.

Este país obtuvo su independencia a base de sangre y fuego en los frentes de batalla frente a tropas haitianas primero, y españolas después.

En tiempos de Buenaventura Báez y Ulises Heureaux (Lilís), dos tiranos en el término más acabado, los cementerios se llenaron de gente inocente, por el simple hecho de no simpatizar con esos regímenes.

La primera intervención militar norteamericana, de 1916 a 1924, aportó una alta cuota de sangre entre los patriotas que defendieron la soberanía nacional. La tiranía trujillista se caracterizó por la saña con que el sátrapa trató a quienes le contrariaron.

La sangre inocente corrió a raudales. Otro tanto, aunque en menor proporción, durante los 12 años de Balaguer.

En la Guerra de Abril de 1965, que dio lugar a la segunda intervención militar de EE.UU; la población dominicana dejó una alta cuota de más de 3 mil muertos. Lamentable decirlo, es que lo trágico nos acompaña siempre.

Felipe Mora es periodista

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