El presidente Leonel Fernández ha negado la existencia de “nominillas” en el Gobierno para pagar salarios y sueldos a miembros del partido oficial y tildó de inconstitucional la resolución de la Junta Central Electoral (JCE) que ordena excluir esas listillas, aunque la divergencia en torno al tema parece reducirse a un asunto semántico.
Durante un almuerzo en el Palacio Nacional ofrecido a directores de medios de comunicación, el mandatario objetó el término de “nominillas” y reivindicó como válidas las acepciones “nóminas” y “subdivisiones”, pero no quedó claro si en esos registros se incluyen beneficiarios que no prestan ningún servicio al Estado.
Si de concepto o significado se trata, no debería excluirse el término “botella”, con el cual se ha identificado desde tiempos inmemoriales al parasitismo oficial, al punto que edificios públicos han sido bautizados como “Huacal” o “Huacalito” porque esos inmuebles se les creían recipientes de “nóminas”, “nominillas” o “subdivisiones”.
El doctor Fernández ha abierto un nuevo nicho a la discusión de un tema que ha sido objeto de censura o debate jurídico, ético y político, porque a partir de las reflexiones presidenciales, será necesario insertar el argumento de que “botellas”, “nominillas” y otras modalidades de favoritismo político resultan vitales para la gobernabilidad.
Debe debatirse también si esos supuestos pagos ilegales o irregulares no surten efectos sobre la correlación de fuerza en una contienda electoral o si corroen el principio de equidad entre contendientes en la jornada cívica.
La inconstitucionalidad invocada por el Presidente respecto a la resolución de la JCE que ordena desmantelar las nominillas debería ser materia de la Suprema Corte de Justicia, que sin dudas haría una gran contribución a la propia gobernabilidad política si estatuye sobre tan delicado tema.
Al abordar ese tema ante ejecutivos de medio de comunicación, el Presidente parece demostrar de nuevo que no rehúye al debate ni delega responsabilidades cuando se trata de esclarecer, desmentir, defender o justificar alguna acción o inacción oficial que es objeto de critica o escarnio público.
La negación pura y simple de la existencia de tales nominillas o la justificación de que esa práctica tan antigua como la democracia misma, puede ser argumentos válidos, pero pocos convincentes.
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