Hoy, Matutino Dominicano
FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
henriquezcaolo@hotmail.com
¿Sin Dios y sin diablo es posible obrar con rectitud? ¿Tendrá razón ese médico húngaro que pregona la necesidad de averiguar las causas químicas de las buenas acciones? Y al revés; las causas químicas de la mala conducta “en adultos anatómicamente normales”.
Para él son dos nuevos caminos abiertos a la ciencia experimental. Este médico de mi país emigró a los Estados Unidos y ahora enseña en Siracusa, en el estado de Nueva York. Las diferentes formas de conducta entre los hombres siguen siendo enigmas cerrados. Desde épocas muy remotas venimos acumulando opiniones contradictorias. ¡Este tipo procede de una familia de criminales! Los que así piensan están “seguros” de que se trata de una “cuestión genética”. Un refrán viejísimo reza: de tal palo, tal astilla. Los chinos dicen: “el buen bambú produce buenos brotes”. Estas expresiones apuntan hacia una motivación fisiológica de la conducta. Otros prefieren explicar las acciones de la gente examinando sus intereses económicos. Creen que la posición social, el dinero, el prestigio público, lo explican todo. Algunos psicólogos sostienen que el comportamiento de un hombre maduro está condicionado por sus experiencias infantiles.
- Antiguamente se atribuían los excesos en la conducta humana a la influencia de los demonios o a los caprichos de los dioses. El bien y el mal entraban a la sociedad por puertas misteriosas que no podían cerrarse ni abrirse a voluntad. Un sofista chino llamado Huei Tse opinaba que en el huevo ya estaba contenido el plumaje del pollo. Afirmaba: “los huevos tienen pelo”. Pero no podía comprender la causa de que un granuja fuese un granuja. ¿Son diferentes las moléculas que componen un maleante de las que integran a un hombre de bien? Nosotros los europeos hemos tratado de realizar “curas sociales” con revoluciones políticas. Suponemos que la violencia, organizada por el poder del Estado, puede transformar a los ciudadanos. Hemos creído todos en la posibilidad de “fabricar” un “hombre nuevo”. Los rusos, los alemanes, los chinos, los cubanos, han intentado “modelar” seres distintos a partir de la misma pasta. Al secar la arcilla, descubren rostros conocidos desde hace milenios.
- Cuando usted se mete en esas meditaciones hondas no me gusta interrumpirle; sé que al hablar también trabaja en su libro; además, deseo de todo corazón oírle hasta el final. ¿Escribió ya al editor de los Estados Unidos? - Sí ya lo hice; expuse el proyecto completo; debo enviar los originales la próxima semana. Me recomendaron presentar antes un trozo de la primera parte del escrito, algunas páginas de lo que llaman “el centro del libro”; también algo que anuncie el desenlace final de la historia. Quieren tener “muestras del carácter de la escritura”. Los editores entregarán las “muestras” a unos expertos en literatura y a los consultores de mercado. Es como si llevaran al laboratorio una porción de mi propio hígado para hacer el análisis microscópico del tejido.
- Al mencionar hace unos momentos el proverbio chino del bambú y los retoños me hizo recordar algo pendiente. Usted dijo el otro día que Goebbels anotó en su Diario lo que pensaba Hitler sobre los chinos; y que leer eso le causó daño. - Hitler habló delante de Goebbels: “de la inquietud que a veces le produce la duda de que la raza blanca sea capaz de mantener durante mucho tiempo la supremacía, dadas las inmensas reservas humanas con que cuenta el Extremo Oriente”. Parece que Hitler dijo a Goebbels que Gengis Kan “alcanzó el corazón mismo de Europa en una época en que los germanos no estaban preparados para ofrecerle enérgica resistencia”. Hitler lo miraba todo desde el punto de vista racial; y, además, en conexión con el poder político de Alemania. Yo solamente entreví las amenazas de otras guerras mundiales; y esa visión o “previsión” me entristeció. ¡Europa, los Estados Unidos, Rusia, China, Japón, envueltos de nuevo en otra gran guerra!
- Sin embargo, querido amigo, la causa de que bebiera demasiado aquel día no fue lo de China. Es que no tengo todavía noticias de España, ni de La Habana. No sé si mis amigos podrán salir de la isla. Y por último, en Europa hay dos países donde malísimos gobernantes, derrocados por sus abusos, podrían volver al poder. Los pueblos pueden suicidarse dos veces... y tener éxito en ambas ocasiones. Así es el hombre contemporáneo; insiste en repetir actos autodestructivos.
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