sábado, abril 05, 2008
Sin temor ni favor
Por Luis H. Arthur S. / El Caribe
Mentiroso
Cuando niño en la escuela hostosiana cantábamos: “No digamos jamás la mentira, no engañemos a nuestros papás, que no hay cosa más bella que un niño, cuando sabe decir la verdad…”
Trataban de enseñarnos, de inducirnos, a no decir mentiras, a ser niños y luego adultos, hombres y mujeres, ciudadanos todos, veraces y dignos.
Es decir, que si éramos unos mentirosos, nadie iba a creernos y seríamos personas no confiables y rechazadas por todos.
Aun recuerdo esa desconfianza y rechazo que sentíamos hacia los mentirosos. Aquellos tiempos se fueron para no volver y algunos aprendimos, otros no, y hoy las cosas son tan distintas…
La mentira y los mentirosos han adquirido rango de primacía. Han escalado la cima del mando hasta el puesto cimero.
Nadie en el gobierno se ruboriza, ni se le ponen las orejas coloradas, ni la nariz, que tampoco le crece, ni la mirada se le torna esquiva, ni le sudan las manos.
Han adquirido cayos en el cerebro y mienten como si estuviesen diciendo verdad, quizás con más aplomo pues inventan nuevas a cada inconveniente.
Han hecho de la mentira una forma normal de vivir y de burlarse de nosotros que apáticos o cómplices ya ni nos asombramos, ni nos inmutamos al oírlas, y menos nos detenemos a pensar hasta dónde hemos permitido que lleguen esas personas indignas de toda confianza.
El descaro ha llegado a límites insospechados y el mal ejemplo es mejor que cualquier escuela donde ya ni se enseña Moral y Cívica.
Ignoramos cuando quien habla, incluido y principalmente el Presidente, nos dice alguna verdad, pues sospechamos que todo es ficción y engaño.
Como ejemplo sólo hay que esperar que abra la boca. Hipólito insultaba, éste miente con cara de “yo no fui”.
Primero con la Sun Land y ahora en la segunda y reciente comida a los que aun no escarmientan directores de medios, quienes lucen debatirse entre los anuncios gubernamentales o las sonrisas cómplices, al menos Juán Bolívar Díaz, lo puso a retratarse de cuerpo entero, al primero negar las nominillas y ante las pruebas que le presentó, las admitió como la forma de mantenerse en el poder.
Ilegales. ¡O doy o me tumban! (los suyos??). Y entonces el coro que negaba, asiente descaradamente.
luis@arthur.net
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