NUEVA YORK.- Peña Gómez dijo que Balaguer estaría en el poder hasta que un “coronel se case con la gloria.” El director de Espectáculos Públicos y Radiofonía de ese momento respondió prohibiéndole hablar por la radio, convirtiéndose en el villano favorito de la oposición. Ese funcionario era para Balaguer lo que el secretario de Defensa saliente, Donald Rumsfeld, fue para el presidente George W. Bush. Los gobernantes necesitan figuras impopulares que sirvan como escudo, reciban y desarmen los ataques políticos, mientras ellos impulsan su agenda de gobierno.
Al anunciar su sustitución, Bush elogió a Rumsfeld y reiteró que las tropas no saldrán de Irak sin alcanzar la “victoria.” Sabemos el significado de esa palabra, pero ignoramos su acepción dentro de la cabeza de Bush. Si Irak es el centro de su llamada guerra contra el terrorismo, “victoria” será derrotar el terrorismo, lo cual es absolutamente imposible.
Mientras Bush quiere “ganar,” los demócratas quieren “terminar” la guerra. Ambas opciones son ilusorias. La única posible “victoria” será salir de Irak dejándolo medianamente unificado y estable; pero ese no es el objetivo de Bush, por más que diga lo contrario. El padre putativo de la guerra en Irak, Paul Wolfowitz, actual presidente del Banco Mundial, concibió la invasión como el inicio de un plan para cambiar el balance de fuerzas y el mapa del Medio Oriente.
Irak, como Yugoslavia, desaparecerá porque shiitas, sunnis y kurdos no quieren ni pueden vivir juntos. Esa no es una nación, sino una invención colonial.
Winston Churchill fundó Irak sobre las ruinas del imperio Otomano en 1921, imponiendo un rey sunni sobre la mayoría shiita y la minoría kurda. Luego admitió que ese fue el principal error de su vida. Él también dijo que los estadounidenses suelen hacer lo correcto, después que fracasan intentando todo lo demás. | 
No hay comentarios.:
Publicar un comentario