Sobrecogido de asombro leí el estimulante encuentro de nuestro Presidente con su homólogo George W. Bush en Washington. Según algunas informaciones hubo temas de interés común para agilizar la entrada en vigor del TLC; como un cumplimiento indispensable para realizarse, el Fondo Monetario requiere el objetivo de poner en práctica una nueva reforma fiscal.
Cuando súbitamente a la población dominicana se le empieza hablar de una ratificación tributaria o una simple adecuación de lo que existe, la reacción colectiva es que se contempla por cuarta vez en apenas tres años la aplicación de nuevos gravámenes, sobre la ciudadanía, en un momento que se cuestionan cientos de costos innecesarios dentro del Gobierno que pueden ser fácilmente eliminados, tales como: las sugerencias repetidas en hacer un desmonte en la sobrecarga del erario público, la reducción del exceso innecesario de vicecónsules en el extranjero, así como el reajuste de la insostenible deuda dominicana frente a los recursos que generan las recaudaciones.
Estas críticas en el seno del Gobierno usualmente son rechazadas, aunque están llenas de buena fe. Será difícil imaginarnos un 2007 tranquilo. Se nos avecinan tiempos calamitosos, que se han agudizado por la propia propaganda del Gobierno, al hablar de índices con crecimientos económicos atractivos. Sin embargo, existe una realidad social donde continúa la pobreza, los marginados siguen siendo las mayorías y la distribución del ingreso sigue siendo negativa.
Convencer la sociedad para justificar una nueva reforma fiscal cuando ha sido imposible mejorar uno de los problemas del país será una batalla difícil con los sectores afectados, a menos que se disminuya el gasto público, y se implemente una austeridad en la administración del Estado acerca de la situación económica y la realidad social. No se debe olvidar lo ocurrido por la ejecución de las medidas del año 1984, donde el Gobierno no se pudo recuperar. |
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